martes, 7 de agosto de 2018

PARROQUIAS DE ALCADOZO Y LIÉTOR. EVANGELIO DEL MARTES 7 DE AGOSTO. SEMANA 18 DEL TIEMPO ORDINARIO


EVANGELIO
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.» 
Mateo  14, 22-33

COMENTARIO

Mateo es especialista en describir ambientes y en crear contextos. Lo del evangelio de hoy ocurre después de una de las "multiplicaciones" de panes que sació a una inmensa muchedumbre. 

Después del acontecimiento, Jesús se retira al anonimato de la oración. Los discípulos, solos en la barca, de feria en feria,  sin el espíritu de Jesús con ellos, acaban fabricándose sus propias ilusiones, que se convierten en fantasmas cuando se toma conciencia de la inmensidad del mar y de lo pequeño de nuestras personas.  Así pasa, que se agobian, se ahogan...se hunden... 

Es lo que tiene morir de éxito, o lo que es lo mismo, confiar en un modelo de Iglesia soberbia, crecida, que por ver a muchos reunidos pensaban que ya habían triunfado. 

Un fantasma es un brillo fugaz, una forma sin fondo. Ese es el problema de los discípulos, en ocasiones sólo anhelaban brillos, formas, espectros, ídolos. Las religiones de ídolos siempre tendrán éxito; son brillantes, espectaculares, su caldo de cultivo es el miedo y la incertidumbre, y duran.... lo que dura el miedo.

Y siempre hay quien se aprovecha de esta situación. También es verdad que en medio de nuestros dramas personales aparecen los cantamañanas de siempre, los “pedros de turno” que pretenden hacerse espectaculares a costa de los otros: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua». Pero se hunden y nos hunden. 

No se si han oído hablar alguna vez del efecto Dunning-Kruger (les prometo que existe, no me lo he inventado esta noche). Se trata de una manera de ser de las personas, según la cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un efecto de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas. Como consecuencia de esta manera de ser, miden sus capacidades por encima de sus posibilidades reales. 

En el fondo se trata de una “inhabilidad”, de una incapacidad,  es decir , de una especie de enfermedad que les incapacita para reconocer su propia ineptitud.  Esto lleva consigo que ni pueden ni saben valorar su habilidad real, porque eso debilitaría su propia confianza. 

Por eso, sólo reconociendo de nuevo al Jesús que quiere hacerse el encontradizo en las encrucijadas de nuestros anhelos y nuestras fragilidades, vuelven a recuperar la confianza perdida. Es bonito aprender que nuestra confianza es proporcional a nuestra humildad. A más fe más humildad; a más orgullo, más incompetencia. Menos mal que siempre queda la actitud del maestro de galilea invitándonos a conocer los límites de nuestros orgullos: “Pedro, «¡Qué poca fe!”
















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