domingo, 10 de junio de 2018

EVANGELIO DEL DOMINGO 10 DE JUNIO, 10º DEL TIEMPO ORDINARIO

EVANGELIO
En aquel tiempo volvió Jesús a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Unos letrados de Jerusalén decían:
–Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.
El los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones:
–¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
–Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó:
–¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y paseando la mirada por el corro, dijo:
–Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
Marcos   3, 20-35


COMENTARIO
Es un evangelio el de hoy lleno de curiosidades. Jesús es definido por su familia como alguien que no está en sus cabales; muestra distancia con su madre y su familia más directa y es caracterizado por los jerarcas religiosos de su tiempo como endemoniado. Toda una provocación.

Los letrados y fariseos presentan a Jesús como un hombre roto (endemoniado); la familia de Jesús lo presenta como alguien que está fuera de sí (no está en sus cabales). Pero Jesús se empeña en demostrar que en él habita la armonía. Más aún, indirectamente les viene a decir que si hay alguien en ese escenario que no representa la voluntad del Dios judio, esa es su familia de sangre.

Los judíos llevaban toda una vida sintiendo que lo que les unía era la sangre, la estirpe. Y Jesús les dice, que eso es precisamente lo que les segrega y separa, porque lo que une a las personas es la escucha atenta al Padre y una vida conforme a su voluntad, más allá de su denominación de origen. Dicho en otras palabras, lo diabólico del judaísmo era su propio orgullo y elitismo.

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, es una auténtica provocación a nuestros intentos de afincarnos permanentemente en aquello que  nos separa  de los demás.

Somos distintos, somos diferentes. Eso es innegable. Pero eso no nos puede enfrentar a otros por considerarnos mejores o más buenos. En todo caso, estamos llamados a descubrir lo que nos complementa. Y no estamos en la vida para quedar por encima de los demás, sino muy al revés, para preguntarnos cada día qué podemos aportarnos mutuamente para humanizar nuestra vida, para "cumplir la voluntad de Dios"


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