jueves, 24 de mayo de 2018

JUEVES DE LA SEMANA 7ª DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 24 DE MAYO


EVANGELIO

«Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, al abismo, al fuego que no se apaga Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado al abismo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado al abismo, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros.»


Marcos 9, 40-49 

COMENTARIO

Hoy es la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote; fiesta que tiene lecturas propias. Preferimos seguir con el ritmo ordinario del evangelio de Marcos que hemos cogido desde el lunes.

El texto de hoy es un poco desagradable, desde luego. Su lenguaje, poco matizado y tan sumamente visual, es precisamente lo que nos orienta en la clave de su interpretación.

En las primeras comunidades cristianas no se entendía una "opción cristiana" que no fuera radical y ejemplar. El que "optaba por lo cristiano" optaba por el "todo o nada". De ahí las exigencias del bautismo. No cualquiera podía bautizarse. Era necesario un proceso muy cuidado de "iniciación".

Es verdad que esto duró poco, y ya en los primeros siglos surgió una incipiente vida penitencial. Esto significa que, en aquel entonces y por distintas razones, ya había gente bautizada que se echaba atrás de sus compromisos y fue necesario instaurar una especie de "nuevo bautismo", que vino a ser lo que actualmente representa el sacramento de la penitencia. En aquel tiempo, el sacramento de la penitencia sólo podía celebrarse una vez en la vida, a modo de segunda y última oportunidad de reconciliación con Dios y con la Iglesia.

En este contexto, "dar un mal ejemplo", es decir, escandalizar a otro (que es de lo que va el evangelio de hoy) era algo tremendo. De ahí la expresividad de este texto.

En el fondo, el texto de hoy era una manera gráfica (según la antropología del momento) de decirles a los cristianos que si los hechos de la vida de una persona (la mano), la dirección que está cogiendo tu vida (el pie) y la mirada que tienes sobre las cosas (el ojo) no es el adecuado, ciertamente no merecías estar en la comunidad de los cristianos. 

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, nos plantea a los creyentes que es la propia vida de cada uno lo que ha de convertirse en cauce de transmisión del evangelio. El testimonio personal, cotidiano, el del día a día de cada uno, es lo determinante de la fe propia, y lo que va a determinar incluso la fe de los demás. 

El testimonio personal de cada uno es el mejor catecismo existencial de hoy; pero el testimonio, a mi juicio, cuanto más callado y humilde es, más comunicable y permeable a los otros resulta. 

La hiper-super-testimonialidad  que es presentada en ciertas dinámicas evangelizadoras de hoy, más que animar la fe sencilla, la convierte en una pasarela espiritualoide muy alejada del sentido común que debe conllevar todo proceso espiritual.

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