domingo, 20 de mayo de 2018

DOMINGO DE PENTECOSTÉS. EL EVANGELIO DEL 20 DE MAYO




EVANGELIO
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–«Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
–«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. »

Juan    20, 19-23
COMENTARIO


La fiesta de Pentecostés supone el tercer gran momento fundante de la fe cristiana. Una fe que comienza con la afirmación de un Dios que se encarna en Jesús de Nazaret; esto suponía la convicción de que el Dios judío se vuelve transparente, se revela sin guardarse nada, para que el ser humano conozca lo que significa la plena humanidad.

La afirmación de la vida resucitada, después de la muerte del encarnado, es el segundo momento central de esta fe cristiana. La muerte no es la última palabra de una vida, y mas allá del dolor que supuso la pérdida del maestro, su vida se empezó a confesar como eterna (sin edad), más allá del inexorable paso del tiempo para todos.

Y Pentecostés es la certeza de ese nuevo comienzo que supone la eternidad de Jesús en sus vidas, más allá de la muerte. Ya no está la presencia física del maestro, pero les dio su Espíritu.

Es preciosa esa frase: "exhalo su aliento", es decir, les dio su respiración, su aire, lo que le hacia vivir; su fuerza, su motivación...su vida.

Por eso el evangelista puso en labios de Jesús una frase tan rompedora como exigente: "como el Padre me ha enviado... así también os envío yo". O dicho en otras palabras: "ahora os toca a vosotros". Por eso, Pentecostés es la fiesta de la responsabilidad de los cristianos.

A la en-carnación (Dios hecho experiencia humana), le sigue la en-comunidación (Dios se hace experiencia comunitaria). Quizás por eso sea absurda toda experiencia cristiana de Dios fuera de alguna experiencia comunitaria. El Espíritu está en la comunidad: en toda la comunidad y en todas las comunidades.

Quizás por eso, sea bueno pedirle hoy al Espíritu que nos libre de todo aquello que nos recluye en un individualismo orgulloso o en un comunitarismo excluyente.  Ambos sentimientos son un buen ejemplo de la religiosidad mediocre de una feligresía enferma.


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