domingo, 27 de mayo de 2018

DOMINGO DE LA TRINIDAD, EL EVANGELIO DEL 27 DE MAYO.

M. Chagall
EVANGELIO
En aquel tiempo los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
–Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Mateo  28, 16-20


COMENTARIO

La Iglesia celebra en este domingo la Fiesta de la Santa Trinidad; de ahí que los evangelios que leemos en este día siempre tienen una referencia a las peculiar experiencia de Dios que tuvo la primera comunidad cristiana: en el Hijo (Jesús), sentían a Dios como Padre y Madre, perpetuándose como fuerza y aliento vital (Espíritu). Al fin y al cabo, esta fiesta de la Trinidad no era más que una forma de expresar una experiencia.

Pero más allá de esas formas de expresión que siglos más tarde provocaron un conflicto intelectual (las llamadas herejías trinitarias), y posteriormente las frías definiciones de catecismo, resulta conmovedor lo que dió origen a toda esa historia.

Efectivamente, en un mundo en el que "los creyentes" de unas u otras religiones eran siempre deudores sumisos y humillados de un dios, el cristianismo acertó a ver en Jesús un Dios que se les regalaba; es decir, un Dios al que no se le debía nada y que además era todo donación y entrega; un dios que no se guardaba nada para sí.

El "Dios cristiano" no era como otros dioses todo-poderosos que desde su arbitrario dominio machacaba al ser humano. No. En Jesus descubrieron un rostro de Dios los más parecido a la Madre y al Padre cuya única fuerza es la del Amor que se entrega. Y esa Fuerza, y ese Aliento, había de guiar a toda la comunidad. 

Jesús "puso cara", es decir, "reveló" esa forma de experimentar a Dios. Y Dios, más que Señor de la guerra o Juez eterno, se convirtió en permanente Casa de Acogida donde la comunidad cristiana se encontraba "a seguro" y "al cuidado" de Él.

Es emocionante la palabra final del evangelio de hoy: "sabed que yo estoy con vosotros todos los días".O dicho con otras palabras: “yo soy  quien os cuida, quien os calma, quien os facilita la vida".

Veintiún siglos después, ha cambiado nuevamente la experiencia que tenemos de Dios. En mi humilde opinión, ya no podemos hablar de Dios tampoco en esos términos porque nuestra cultura no es la del siglo I. Pero hemos de extraer todo lo que destila aquel sentimiento.

"Lo divino"de nuestra vida tiene más de madre/padre que acompaña y educa, que de juez cegado que no advierte los entresijos de nuestro corazón. La trascendencia que algunos buscamos en la vida, tiene más que ver con la búsqueda  de una casa común que nos englobe a todos  donde prime el principio de la entrega, que con la construcción de un mundo en el que  el "sálvese quien pueda" (incluso en sus versiones modernamente aceptadas) se convierte en la única ley que nos oriente.

La Trinidad, no es un concepto de frío catecismo  pregonado cuál anuncio oficial por el que nos gobierna* (esto es raquítico).

La Trinidad es un modo de vivir, que revela una forma de creer.


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*Recordad que el video adjuntado pertenece a una célebre escena de la película  “Amanece que no es poco”, en la que José Luis Cuerda critica magistralmente una fe impuesta “desde arriba”, más allá de buscar el sentido humano que la sostiene.

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