martes, 17 de abril de 2018

DOMINGO 3º DEL TIEMPO DE PASCUA. EL EVANGELIO DEL 15 DE ABRIL


EVANGELIO
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: 
- «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Lucas   24, 35-48

COMENTARIO

Hasta el propio Benedicto XVI, que no es sospechoso de aventuras interpretativas, comentando este texto en su reciente trilogía sobre Jesús de Nazaret,  afirma que quizás San Lucas exageró en exceso en este texto, sobre todo, al manifestar una corporeidad extrema del Resucitado que hasta llegó a comer pez asado. Aquí podéis ver dicho texto 🆙 

Es entretenido comprender esto de la corporeidad “palpada” del Resucitado. El esquema es el mismo que el de los anteriores relatos: reunión de discípulos, aparición de Jesús en la escena, confusión con un fantasma y no-reconocimiento, diálogo, comida…pero ¡pista nueva!...dice el Resucitado, “palpadme y daos cuenta de mi carne y huesos”. Hemos pasado del “noli me tangere”  de la de Magdala (-no me toques-) al “palpadme”. ¿A qué se debe este “progreso” en este relato?

Sé que todos estos relatos puedan llegar a ser confusos y contradictorios. Efectivamente lo son. Pero la Iglesia los ha mantenido en su contradicción y confusión. Y es que no fue fácil mantener la convicción del Resucitado en aquella primitiva comunidad. Como no es fácil mantener la “convicción” del Resucitado en nuestro contexto cultural. 

A nuestra cultura le pasa lo mismo: lo de la Resurrección se ha convertido en una piedra de toque de la credibilidad de nuestra fe. Y hemos de proceder con mucha sensatez. El Nuevo Testamento nos ofrece “pistas”, sólo pistas, inconexas y contradictorias; al fin y al cabo como la propia vida nuestra de cada día.

Aquella primitiva comunidad ha querido transmitirnos que su sentimiento de Jesús Resucitado eran tan real como palpable. ¿Comió pescado Jesús? … pues no lo se. Pero lo que si que es cierto es que aquella primitiva comunidad mantuvo la apuesta vital del Maestro de Galilea en su vida cotidiana, es decir, no hizo de la fe una historia “de ultratumba” y “para la ultratumba”. La apuesta vital por el Resucitado no los sacó de la historia sino que se empeñaron en decirnos que el Resucitado seguía siendo “uno de los nuestros”, y que su mensaje seguía estando vivo.

Probablemente ellos, cuando se miraban entre si, y cuando se reunían a hacer “memoria” de la Cena, veían reflejados en sus rostros el “cuerpo” de Jesús, su mirada penetrante, su oído atento, su gusto insaciable ofreciendo sabor en los sin-sabores, su tacto tierno y delicado, su aroma sosegante y calmado. Ése es el “cuerpo glorioso” del Resucitado. Un “cuerpo que sabea gloria” porque fue una vida que mereció la pena. 

Por aquel entonces, San Pablo “se atrevió” a decir que la Iglesia, la comunidad, es el “cuerpo de Cristo”. De ahí que el testimonio creyente de aquella primitiva comunidad, y de nuestras comunidades eclesiales, sea decisivo para mantener “viva” no sólo la memoria sino también la presencia “plena” del Resucitado en esta historia. 


Hoy, nosotros, somos el “cuerpo del Resucitado”. Hoy nosotros somos los testigos de esa manera de vivir.


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