lunes, 12 de febrero de 2018

LUNES DE LA SEMANA 6ª DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 12 DE FEBRERO

EVANGELIO
En aquel tiempo se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: -¿Por qué esta generación reclama un signo?. Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación. Los dejó, se embarcó de nuevo y fue a la otra orilla.
Marcos   8, 11-13

COMENTARIO


Hay una lógica en el evangelio de hoy que es muy actual. En el fondo, los fariseos no iban tan desencaminados como en ocasiones da la sensación. Pedirle a Jesús "signos" del cielo parece lo normal tratándose de la identidad divina que portaba.

Si Jesús pretendía presentarse como la revelación definitiva del Padre Dios, qué menos que un signo acreditativo de su identidad. Un signo divino de su identidad, le haría definitivamente creíble y digno de "ser seguido" como tal.

Quién, alguna vez en la vida y de un modo u otro, no ha exigido a la divinidad alguna prueba convincente de su existencia. O al revés, precisamente porque no vemos nada asombroso en lo que se nos "vende" como divino, dudamos no pocas veces de tal pretensión.

Y aquí reside el gran problema. Pedimos "signos" de algo cuando lo que tienes delante de ti ha dejado de ser significativo. Jesús se niega a ese chantaje veritativo, no por tacañería mística sino porque él mismo es el signo por excelencia; su mensaje, su ternura debería bastar a los contemporáneos de su tiempo. No hace falta signo, cuando la realidad es ya presencia suficiente. Pero los que estaban a su alrededor ni lo veían así ni podían sentirlo.

Traído el evangelio al hoy de nuestra vida, salta a la vista lo ridículo de pedir signos divinos en la actualidad, y salta a la vista también la fea costumbre de identificar lo divino con extravagancias esotéricas; más aún es imposible otro signo que no sea más que la propia vida cotidiana. Vivir, desde la memoria y el estilo de Jesús, es el único signo de su proyecto.

No existe un nivel celeste y otro terrestre; no existe un orden divino y otro humano. Eso es confundir la religión con el hechizo y al sacerdote con el brujo. Aunque, a veces, nos hemos ganado a pulso esa confusión.

"Existe" lo que "hay". Vivirlo con intensidad cada día es la gran liturgia religiosa a la que ha de convocar una religión sensata. 

Por eso, abdicar de vivir es el gran pecado, o el gran error; la gran frustración. Intentar cada día la vida, con el mejor estilo posible, para nosotros desde el estilo de Jesús, es lograr la vida y ganarla. 

Ya lo dijo San Pablo, "los que presumen de religión siempre pedirán signos, los que presumen de inteligencia pedirán racionalidad...pero nosotros sólo tenemos a Cristo...y además crucificado...hiriente para unos...ridículo para otros...pero para nosotros un  camino vital que merece la pena ser vivido" (1Corintios 1, 22).

PD. La cita de 1Corintios 1, 22, obviamente es interpretada con mucha libertad.

La Palabra en "75" segundos del domingo pasado, puedes verla aquí.





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