En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discipulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Marcos 3, 20-21
COMENTARIO
Breve pero expresivo
es el evangelio de hoy. Las primeras actuaciones públicas de Jesús provocan
discusión en los más próximos a él. La expresión "no estaba en sus
cabales" es
suficientemente evidente.
No
cabe duda de que Jesús fue un exponente "contracultural" del momento.
Ya lo dijo el anciano Simeón el día de la circuncisión de Jesús: "...este
será bandera discutida, para que muchos corazones se aclaren ante él". ¡Vaya que
si se aclararon!
Lo que sucedió es que, como le ocurriera a todos los grandes
profetas, los poderes de su tiempo acabaron con el elemento
"contracultural" en forma proporcional a la conflictividad
socio-religiosa que representaba.
Cuando
traemos el texto al hoy de nuestra vida, caemos en la cuenta de cómo el cristianismo
tiene en su entraña una cierta conflictividad que lo hará crítico de las
sociedades donde esté implantado.
Un cierto inconformismo como talante vital, y
la esperanza como valor existencial, han de ser dos características que nunca deben olvidar quienes
pretenden mantener viva la memoria de Jesús .
Por
eso, más allá de los inequívocos logros sociales del cristianismo, a la larga,
nunca le fue bien a la Iglesia cuando se llenó de privilegios y dejó de
ejercer la tarea crítica que le correspondía.
Muy al contrario, la Iglesia se
fortaleció allí donde tuvo que estar ejerciendo el "aguante" y
llenando de "humanidad" modelos de sociedad que, en aras de la
"tradición" o del "progreso", olvidaron lo único que puede
ser normativo en la vida: la persona humana, su armonía cósmica y su
felicidad.
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