En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: - «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo: - «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»
Juan 1, 29-34
COMENTARIO
El evangelio, como siempre,
cumple con su función de ser un "contraste" para la vida. Jesús, ya desde Belén, es
visto como "Cordero" que quita el "mal" del mundo. Curiosa
afirmación es esta a pesar de que la realizamos en todas las eucaristía, y
además por cuadriplicado. "Cordero de Dios que quitas el
pecado del mundo, ten piedad.... (tres veces), más una al final, por si fuera
poco, en la que el sacerdote afirma con rotundidad: "Este es el Cordero de
Dios que quita..."
Digo que el evangelio contrasta
porque generalmente no acabamos de confiar en que son las "actitudes del
cordero" las que resuelven los problemas del mundo, y quitan su
"mal". Confiamos más en los métodos resolutivos caiga quien caiga. De
hecho, no faltan corrientes sociológicas que afirman la necesidad de la
competitividad, el juego de opuestos y el enfrentamiento continuo como la única
manera de hacer avanzar a las sociedades. Y así nos pasa, que de "tanto
estar enfrente" para "ser alguien" nos vamos poco a poco
des-humanizando.
Esto no era extraño al pensamiento
judío. De hecho el rey de los judíos, desde David, era conocido también con el
nombre de "el león de Judá", por el miedo que daba. Pero Jesús ya
sabemos que fue un rey "contrastante" y alternativo. Él no quiso ser
rey en "modo león" sino en "modo cordero".
Reconozco que el momento más
sublime de la misa para mi es cuando el sacerdote dice: "este es
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los llamados a la
cena del del Señor"; y los demás contentamos: "Señor
nos soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya, bastara para
sanarme". Tan sublime, que suelo no decirlo porque me estremece
en exceso.
O dicho de otro modo: "me
encantaría Señor ser como tú, pero no puedo. Me gustaría levantarme cada mañana
con las actitudes del cordero (la entrega, la servicialidad, la fragilidad, la
mansedumbre, la paciencia, la resiliencia.... pero no puedo; enseguida me
viene la mirada distante, el complejo violento, los aires victimistas que lo
justifican todo. Y en esos momentos pierdo los trastes y me digo.... a
triunfar. Y no miro ni a izquierda ni a derecha, voy a lo mío, y el que quiera
subirse al carro que camine a mi ritmo".
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