miércoles, 24 de enero de 2018

MIÉRCOLES DE LA SEMANA 3ª DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 24 DE ENERO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen.» Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»
Marcos   4, 1-20

COMENTARIO

Al final de texto me refiero al comentario del año pasado sobre la conocida parábola del sembrador, un texto tan atrayente como comentado. No tengo mucho más que decir este año.

Pero sí quería apuntar una explicación de la desconcertante parte central del evangelio de hoy: "«A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen.»"

Este texto es tremendo. Da la sensación, y no sólo la sensación, de que Jesús de alguna manera "castiga" a los que no le prestan su oído, aunque sólo sea por un instante. Probablemente sea este uno de los textos más equívocos del Nuevo Testamento.

No son extrañas a la cultura hebrea las llamadas "parábolas de adivinación", hay muchas en la literatura del momento. Algunas veces, quien no adivinaba, lo pagaba con la vida. Eso parece que hace Jesús.

Pero más allá de todo eso, y si miramos el texto que viene antes del evangelio de hoy, el duro conflicto con los fariseos y con su propia familia, parece claro que la intención de Jesús es afirmar que ciertamente hay estructuras sumamente cerradas a su persona: su familia religiosa (el templo) y su familia de sangre (su madre y sus parientes).

Ellos son "los de fuera", es decir, los que no entienden el "nuevo dentro" (la nueva comunidad) que el viene ofreciendo. 

Ese texto tan duro, dirigido a los fariseos y a su familia de sangre (recordad que unos versículos antes, su familia iba a acoger a Jesús porque pensaban que no estaba en sus cabales) ... este texto, insisto,  viene  a decir, que a ellos nada tiene que decirles, porque lo rechazan.

Por tanto, su evangelio no puede entenderse si el ser humano "no se deja transformar". Los de "dentro", sus discípulos, son personas que se han dejado transformar; los de "fuera (el templo y la casa familiar), están cerrados a su presencia.

Cristo mismo es "la parábola" que nunca van a entender los suyos, que se han quedado fuera. No sentirán el perdón, porque no están dispuestos a convertirse. La parábola, como tantas otras, supone una provocación y un desafío a los de “fuera”

Más allá de este pequeño galimatías, la parábola del sembrador siempre tiene una envidiable actualidad.


Pulsando aquí, puedes leer el comentario del año pasado.


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