EVANGELIO
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
- “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Mateo 22, 34-40
COMENTARIO
Ciertamente es difícil adivinar el motivo, pero nos hemos pasado
buena parte de nuestra vida ( y nos la seguimos pasando) separando dos ámbitos
que, de hecho, están juntos y que además el maestro de Galilea los declaró
unidos para siempre.
Efectivamente, separamos espacios, y así decretamos que hay
lugares santos y lugares profanos; separamos personas, y así decimos que hay
hombres y mujeres consagrados y hombres y mujeres no consagrados (laicos) con
toda la “cola” que lleva esto de la consagración eclesial; separamos tiempos,
porque el domingo es dedicado al señor (así como si los otros días tuviéramos
permiso para dedicarlo a otras cosas “menos santas”). No me extraña que, en
ocasiones, nos miren y nos digan ¿de qué vais?.
- «Maestro, ¿cuál es el
mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
- “Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este
mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás
a tu prójimo como a ti mismo." Alucinante… no hay que
interpretarlo.
Bueno sí, lo interpreto el
propio Jesús, el Jesús que nos presenta el evangelista San Juan, porque en un
intento de hacer fácil la religión afirmo eso de que “sólo
una cosa os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Siempre
he pensado que debió haber algún listo que le recordó a Jesús en aquel tiempo
eso de que aunque sólo habían dos mandamientos era conveniente separar el amor
a Dios del amor al hermano. Y no, parece ser que el propio Jesús se matizó a se
mismo.
Y ya, parece ser que un poquito
después el mismo discípulo amado afirmó que "quien no ama no ha conocido a
Dios, porque Dios es Amor" (1Jn 4, 8)
Es una pena que nos pasemos
buena parte de nuestra vida separando e identificando lo que está unido porque
ni debe ser separado, ni puede ser separado: la experiencia del amor a Dios en
el amor a los prójimos.
Unos cuantos siglos antes el
autor del libro del Éxodo se quedó descansando; según cuenta la primera lectura
de hoy la única obsesión de Yavhé era precisamente el amor al ser humano y de
modo especial al más desfavorecido, o dicho con otras palabras, para el Dios
del pueblo judío el único terreno sagrado era el ser humano en debilidad; sólo
así puede entenderse el final atronador de dicho texto: “Si prestas
dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un
usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo
devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su
cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé,
porque yo soy compasivo”.
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