martes, 15 de agosto de 2017

FESTIVIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA. EL EVANGELIO DEL DÍA 15 DE AGOSTO


EVANGELIO
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
–« ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo:
–«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Lucas  1, 39-56
COMENTARIO

A veces tengo la sensación, sólo la sensación, de que algunos Papas, en sus tiempos, no leyeron el mismo Evangelio que yo. Pero insisto, sólo es una sensación. Textualmente sostiene la Bula que proclama este dogma mariano que quiso Dios que estuviera exenta la Virgen María de “permanecer en la corrupción del sepulcro” y que por tanto “no tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo”. Este es el contenido del dogma de la Asunción.

Ayer tuve un entierro… y por aquello de que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo” (Juan 12, 24), venía yo a comentar a la familia que morimos porque vivimos (ya sé, obvio), y que por tanto, si vivir es una bendición, morir –es decir, haber empleado a tope tu vida-, es el colmo que da sentido a tu vida (“pero si el grano de trigo muere… da mucho fruto”).

Nunca he entendido bien por qué el sepulcro es corrupción. Cualificar moralmente el sepulcro es como criticar a la “sal” porque esté “salada”. Pero en fin… los tiempos de Pio XII, eran otros tiempos.

Yo creo que este dogma de la Asunción de María, más que dedicarse a escarbar en la “ultratumba”, bien podría sacarnos a los cristianos del siglo XXI de un bucle que, en ocasiones, nos pasa factura. Efectivamente, tengo para mí que esta verdad sobre María viene e a expresarnos a todos que es posible vivir, encajando la vida cada día (y nuestras pequeñas muertes diarias), con buen talante.

No son pocas las veces que las infidelidades de todo tipo, los orgullos, los egoísmos, los sin-sentidos… (¡vamos, la cara B del vivir!)…todo eso…nos pasa factura; y nos convertimos en personas tristes “poco asumptas”, y con un mirada cariacontecida, más propia del sepulturero  que de la comadrona.

Aquella mujer del campo de Galilea, María, en constante deuda de incomprensión con su hijo, probablemente tuviera la dicha de dar por bien empleada su vida , más allá de lo complicado que debió ser para ella ser madre y discípula de un hijo “encantado” y “encantador”.  Ser madre y discípula, así, y no morir en el intento, quizás fuera el mejor indicativo de que aquella mujer se “ganó el cielo”  -dicho en expresión popular-: “dichosa tu que has creído, porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá”.

Pio XII, que era Papa, pero no padre, y mucho menos madre, quizás no alcanzó a entender, que dar la vida por alguien, entregarle tu vida a alguien, perder tu vida por alguien…amar…acabes como acabes en el intento, no es corrupción, más bien, es un lujo que no está al alcance de todos.






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