jueves, 27 de abril de 2017

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE PASCUA


EVANGELIO
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Juan   3, 16-21

COMENTARIO



Hoy acaba el diálogo con Nicodemo. 

La conversación, excesivamente simbólica dadas las entendederas del tal Nicodemo, concluyo con tres argumentos decisivos.

Argumento primero: “Nicodemo, no estamos en el mundo para juzgarlo, sino para salvarlo”. O dicho de otro modo: podemos situarnos cada mañana como espectadores de todo con el pedigrí  de sabernos jueces de lo que ocurre a nuestro alrededor. No esta mal ser juez, pero es insuficiente. Los jueces dictan sentencia, y en ocasiones hay que hacerlo, pero lo más interesante es el paso posterior: restañar las heridas causadas, es decir, salvar la vida, hacerla saludable y digna de ser vivida

En el mejor de los casos todos tenemos en nuestro interior un “juez” y “un salvador”; una buena pregunta para hoy sería qué abunda más en mí de estos personajes. Y parece claro que nuestra cercanía o lejanía del proyecto “sanador” de Jesús radica en la sobreabundancia en el interior de  nuestro corazón  de buenas dosis de deseos de “salvación” de todo aquello y de todos aquellos que nos rodean.

Argumento segundo: “Nicodemo, nos estamos en la vida para crear zonas de sombra sino espacios de luz”. O dicho de otro modo: podemos levantarnos cada mañana con “ganas de enredar” o con “ganas de aclarar”.  Todos tenemos en nuestro interior facultades suficientes para tejer “redes”, no de las que unen, sino de las que dificultan, pero eso hace de la vida para todos los que te rodean una carrera de obstáculos que se vuelve insoportable. El que más y el que menos busca la luz, la libertad y el sentido. En la medida en que tus actitudes favorezcan esos sentimientos me parece que nos acercamos al proyecto del Nazareno.

Argumento tercero: “Nicodemo, se veraz”. O lo que es lo mismo, tengamos cuidado porque uno puede vivir instalado en una vida de “escaparate”. Al fin y al cabo, si somos sinceros, todos nos exhibimos un poquito y cada uno enseña aquello de lo que considera que puede presumir porque la vida tiene un no se que de vistosidad a la que es difícil renunciar. Una buena pregunta para hoy sería ¿qué exhibo yo de mi?. Pero, con moderación, porque como ya dijimos, cuando la vida se vuelve forma sin fondo, se te re-vuelve, y te ahoga.

En resumen, allí donde estés, ve por la vida salvando e iluminando y muchos encontrarán en ti un “camino, una verdad y una vida” reflejo del maestro de Galilea: “el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

Y francamente, me imagino a Jesús despidiendo a Nicodemo diciéndole:  “ah, Nicodemo, y la próxima vez, ven mejor de día, se ve más y se te ve mejor”.

PD:Otro comentario sobre el mismo texto desde otra perspectiva puedes encontrarlo aquí.



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