martes, 25 de abril de 2017

LUNES DE LA II SEMANA DE PASCUA. EL EVANGELIO DEL 24 DE ABRIL


EVANGELIO
Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: - «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.» Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.» Nicodemo le pregunta: - 
«¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? » Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»

Juan   3, 1-8

COMENTARIO

El diálogo de Jesús con Nicodemo es enigmático, sugerente y en ocasiones desesperante. Pero es un diálogo interesante.

¿Mantuvo Jesús realmente este diálogo con Nicodemo en tales términos? La respuesta os la podéis imaginar quienes sois habituales del blog. ….Diálogo ciertamente hubo, pero lo que nos llega a nosotros es una amalgama de sentimientos e ideas muy elaborados ya por la primitiva comunidad cristiana. 

“Nacer de nuevo”, “nacer del agua y del espíritu”….todas estas expresiones pronuncias ante Nicodemo (un representante de la intelectualidad moderada del judaísmo de entonces), son una clara expresión de que ciertamente algunos judíos decidieron pasarse a la re-invención del judaísmo que Jesús parecería alentar: el cristianismo. 

Más allá de esta cuestión más o menos histórica, el texto es muy sugerente para el hoy de nuestra vida de fe y de nuestra religión cristiana.

Tengo la sensación de que en no pocas cuestiones que tienen que ver con la cosmovisión cristiana de la realidad, habría que aplicar esta apuesta de "nacer de nuevo". Desde la manera que tenemos de organizarnos en la Iglesia, hasta la respuesta que damos a problemas reales de la gente de este siglo XXI, pasando por los modos sacramentales de celebración de la fe, considero que están llamados a "nacer de nuevo".


No es de recibo que una institución como la iglesia compuesta mayoritariamente por mujeres esté gobernada por hombres. No es de recibo que en tiempos en los que los auténticos alejados de la Iglesia se encuentran en la franja de edad que va de los veinte a los sesenta años, nuestra apuesta pastoral siga siendo principal e insistentemente infantil. No es de recibo que el lenguaje que utilizamos en nuestras celebraciones litúrgicas sea marcadamente medieval, proponiendo un universo de imágenes espirituales difícilmente compatibles con la estructura cultural al uso en nuestros días. No es de recibo....


“Nacer de nuevo” hace referencia a la necesidad que tenemos de “romper” con lo que nos atenaza y nos sumerge en dinámicas personales o grupales de repetición estéril. 

Puede pasarnos como a Nicodemo; cuando escuchó aquella expresión, “nacer de nuevo”, quizás pensó ¡uy qué pereza!. Y es verdad… mucha además. Y la tentación de inmovilismo es muy tentadora. Si encima descubres que para algunos “nacer de nuevo” es aplicar la propiedad conmutativa, es decir cambiar el orden de los factores sin alterar el producto… entonces la preocupación aun se vuelve mayor mayor.

“Nacer de nuevo” es despertar del sueño, del delirio, de la magia y de la irrealidad de pensar que en dos mil años de cristianismo lo fundamental de la fe no hay cambiado y que todavía podemos seguir pensando a dios (con minúscula) con esquemas marcadamente trasnochados.

“Nacer de nuevo”… “despertar”… “reinventarse”… llamémosle con más o menos fortuna como mas prudentemente veamos…. Pero hagamos algo si no queremos caer en la “simplonería” de Nicodemo: “¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?”.


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