Érase una vez una persona muy mala, muy mala, que se murió sin dejar tras ella ni una buena acción. Los demonios la echaron al lago de fuego. Pero el Ángel de la Guarda buscaba sin cesar una buena acción que hubiera hecho para presentarla a Dios. Por fin se acordó de que una vez dio una cebolla a una mendiga.
-
<< Coge esa misma cebolla, que se agarre a ella; si tirando sacas a esa persona del lago, que se vaya al Paraíso; si la cebolla se rompe, que se quede
donde está >>.
El
Ángel le alarga la cebolla y le dice: -
<< Toma, agárrate y no te sueltes
>>. La persona empezó a tirar con precaución y ya la había sacado casi,
cuando los otros pecadores comenzaron a agarrarse de ella para que les sacara,
pero ella comenzó a quitárselos de encima diciendo:
-
<< La cebolla es mía, no vuestra >>.
Nada
más decir esto, la cebolla se rompió y ella cayó al lago.
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