miércoles, 31 de agosto de 2016

MIÉRCOLES DE LA XXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 31 DE AGOSTO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:
–Tú eres el Hijo de Dios.
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario.
La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo:
–También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.
Y predicaba en las sinagogas de Judea. 

Lucas  4, 38-44

COMENTARIO

Cuando aparecen evangelios como los de hoy caigo en la cuenta de lo limitaditas que son las novelas que de vez en cuando aparecen dedicadas al origen del cristianismo, y que generalmente presumen de indescriptibles códigos que solo conocen el autor de la novela y el avezado lector –cómplice del autor- (¿recuerdan El Código Da Vinci?).

Digo esto porque en el Nuevo Testamento evidentemente que hay códigos, pero mucho más claros, reveladores y decisivos que los noveleros; eso sí, no son secretos. Códigos, dicho sea de paso por tanto, que se conocen con una adecuada información y con un entusiasta interés por acercarse a la Palabra con viveza.

Efectivamente, hay una frase en el evangelio de hoy que “dinamita” la sospechosa rutina del relato: “…ella, levantándose enseguida, se puso a servirles”. Una lectura superficial y boba, incluso podría deformar tanto el relato, que llegaría a concluir que lo que Jesús hace con la suegra de Pedro era gobernarse una sirvienta más en un mundo en el que la mujer solo “servía para servir” a los varones.

Pero es aquí donde hay que activar el código. La palabra que aparece en el texto griego original que nosotros traducimos por “servicio”  es la palabra “diekonein” ( de donde viene diácono -διηκονει-). El “servicio” al que se refiere el evangelio de hoy tras la curación no es el típico de la hospitalidad judía (fregar platos, hacer las camas, poner la mesa).

El servicio diaconal en el nuevo testamento se refiere al seguimiento de Jesús y  a la tarea de anuncio del reino junto a Jesús. La traducción más precisa sería algo así: “…después de que Jesús curara  la suegra de Pedro ella, se convirtió en discípula, marchando con Pedro Santiago Juan y los demás discípulos a anunciar el reino de Dios”.

Y si soltamos un poquito la imaginación, tras veinte siglos de cristianismo podríamos aún interpretar más. La palabra fiebre tiene la misma raíz que la palabra fuego, que a su vez arranca del término quemar. Con mucha razón podríamos pensar que de lo que de verdad curó Jesús a aquella mujer fue de la “quemazón” social y espiritual que sufría, sometida hasta entonces a las directrices que el judaísmo le marcaba como mujer; unas directrices que la convertían en propiedad del marido y que indudablemente consistían en un verdadero atentado a su dignidad.

Jesús viene a certificar con ese gesto que para él la mujer no es propiedad del varón, sino un ser humano idéntico en derechos al varón, por eso puede, como el varón, “diaconar”, es decir, ser discípula del maestro y anunciar su proyecto de vida.

Esta es la importancia de que, al menos en las facultades de teología, latín y griego no se consideren lenguas muertas, porque si no muchos códigos quedarán sin desentrañar. 

También es verdad que la peculiaridad del texto de hoy ha de ponernos sobre aviso a los evangelizadores del siglo XXI, para que accedamos a los textos del evangelio de un modo adulto, y no cedamos a la ñoñería espiritual de la que a veces revestimos el mensaje evangélico, haciendo una predicación no sólo inútil sino falta del sentido de la realidad y de la oportunidad.



PD: Un comentario más arqueológico que ilustra la actividad de Jesús y la propia comunidad cristiana podéis encontrarlo aquí.

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