EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema: así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»
Mateo 13, 36-43
Esta pequeña “homilía” que
realiza el propio Jesús como complemento a la parábola del trigo y la cizaña probablemente,
como suele ocurrir con otros textos de parecido perfil, tenga más que ver con
el protagonismo de la comunidad de Mateo que con la propia experiencia de Jesús
de Nazaret.
Si tuviéramos que resumir en
dos palabras este mensaje lo haría con las siguientes palabras: realismo y
esperanza. Más aún, me atrevo a pensar que para Jesús son dos palabras que van
juntas: “no hay realismo sin esperanza”.
Reconozco que aquí hay mucho
de influencia personal a la hora de interpretar este evangelio. Cada vez más me
preocupa la actitud de aquellas personas que siempre plantean en sus vidas los
“escenarios” más difíciles, para que al final “les salgan las cuentas vitales”.
Es la técnica del “me espero lo peor” y si luego resulta que no “eso que he
ganado”.
Nada que objetar a esa
posición vital, más que la “insoportabilidad” vital que la acompaña. Llega un
momento en que desesperan, porque en el fondo se trata de un “postureo”
exterior que no concuerda con su “fondo”. Lo malo es que cuando te tomas en
serio a la otra persona sufres, incluso más que ella…. Y yo diría que “por
ella”. Y llega un momento en que tanto “pesimismo metódico” agobia y es estéril.
El realismo, el hecho de que
el trigo y la cizaña están juntos, no está reñido con la convicción que supone
las actitud de la esperanza. Para Jesús, vivir con realismo (la buena
semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del
Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo), no le invalida para vivir con la permanente presencia
del buen final (“los justos brillarán como el sol”).
Urgiría en nuestras comunidades cristianas,
junto al “principio misericordia” (hacer todo lo que puedas por los demás),
incorporar el “principio esperanza” (poner un poquito de alegría en tu vida). Ganaríamos
todos. Ganaría la vida.
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