En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Lucas 7, 11-17
Cuando uno lee
evangelios de este tipo lo primero que le sale pensar es que hoy ya no hay
milagros como “dios manda”. El capricho de convertir el agua en vino, como
“gracieta”, no está mal, pero es intransitivo visto obviamente de un modo
superficial. Ahora bien, resucitar a un muerto….eso son palabras mayores.
Pero debería ser
algo relativamente normal, porque de Elías también se afirmaba eso en la primera
lectura (1 Reyes, 17, 17-24) que leemos hoy en la Eucaristía. Y si ya nos
ponemos un poco finos, se cuentan también resurrecciones de un tal Apolonio de Tiana,
contemporáneo de Jesús y filósofo de la escuela
neopitagórica.
Quiero decir con
estos datos que, más allá de lo extraordinario de estos relatos, según nuestra
mentalidad de ahora, quizás no lo fuera tanto hace veinte siglos, quizás fueran
comprendidos de una manera y contados de otra, quizás….
Por eso, lo más asombroso (milagroso) del texto de hoy,
no es la resucitación. El escenario es más oscuro de lo que parece. Para la
mentalidad judía esa mujer viuda con hijo único muerto, era un
“castigo-maldición” de dios. Leed
la primera lectura y lo veréis.
Dicho con otras
palabras. Para la religión judía la viudedad era no-prosperidad porque colocaba
a la mujer en la tesitura de no tener tierras (porque las propiedades eran de
los hombres), ni descendencia (ya no tenían marido). Y ya lo hemos dicho en otras
ocasiones, no tener tierra ni descendencia era concebido como castigo divino.
¡Así de burros eran en materia religiosa!.
Pero llega Jesús
y viene a decir que ¡hasta aquí hemos llegado! Su Dios, su Padre, no es un
“castigador” sino un “vividor”, es decir alguien a quien sólo le interesa que
el ser humano viva. La acción de Jesús viene de nuevo a poner patas arriba la
concepción judía de dios. Dios no sale al encuentro del ser humano para
condenarle y castigarle. El Dios de Jesús sale al encuentro del ser humano para
darle-potenciarle-insuflarle la vida.
Esa actitud de
Jesús desencadena dos movimientos interesantes: en primer lugar pasa del
conformismo a la con-moción, es decir de una manera de vivir indiferente a una
manera de estar en la vida afectado por el dolor del otro y con la mística de
la mano tendida: “No llores. Se acercó al ataúd, y tocó al muerto”.
Y después de la conmoción se produce otro
movimiento interesante: del fatalismo de no poder hacer nada, a la acción
creadora (creativa) de devolver la vida: “Muchacho,
a ti te digo, levántate”
Estos dos movimientos son extraños a la
cultura judía, porque “atentan” contra el “orden” impuesto por el dios judío.
Jesús se atreve a “trastocar” los planes de aquel dios castigador.
Este “trastoque” provoca en los gerifaltes
judíos un stress religioso incontrolable, hasta el punto de que Jesús, más
adelante, es tildado de “comilón y borracho”(Lucas 7, 34). Es la permanente
estrategia de los poderosos: humillar al distinto.
Bueno pues….nosotros no podemos, sin
desfibriladores, resucitar a nadie. Ahora bien, sí que podemos desencadenar
esos dos movimientos interesantes de Jesús: de la indiferencia a la compasión,
y del fatalismo resignado a la creatividad ilusionante.
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