martes, 19 de abril de 2016

MARTES DE LA SEMANA IV DE PASCUA. EL EVANGELIO DEL 19 DE ABRIL



EVANGELIO
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.» Jesús les respondió: - «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Juan   10, 22-30

COMENTARIO
Hoy es especialmente importante que leáis el recuadro que encabeza el comentario. La fiesta de la Dedicación era especialmente importante para los judíos. Venía a ser como una fiesta de “identificación nacional” frente a la influencia e intromisión de maneras de pensar diferentes.

Y es importante que sepamos que en esa fiesta se leía el capitulo 34 del profeta Ezequiel, que tiene que ver con los “buenos” y “malos” pastores de Israel. El mismo tema de ayer.

Pues bien, Jesús, a los que están reunidos allí para reivindicar que ellos son los “buenos” pastores frente a los “malos” que un dn dulzona y empalagosaqueremoshacer de la fe cristiana una religi El evangelista no lo pone, pero digo yo que saliía ofendieron al Templo...., digo.…Jesús, en ese día y en esa fiesta… les vuelve a decir que el “pastor bueno “ es él, y que no se están enterando. Más provocación imposible.

Por si fuera poco acaba con la contundente frase: “yo y el Padre somos uno”, un auténtico misil en la línea de flotación el judaísmo de todos los tiempos. Efectivamente, la religión judía no contaba con el hecho de poder prounciar el nombre de Dios porque es el innombrable, y menos aún verlo cara a cara; pues bien, en ese contexto Jesús dice que “yo y el Padre somos uno”.

Imaginad cómo se les quedaría el cuerpo a los judíos, reunidos en la fiesta de la Dedicación del templo poco menos que para un autentico acto de desagravio. El evangelista no lo pone, pero digo yo que Jesús, después de tal exceso debió decir “¡pies para qué os quiero!” (Dicho, sea de paso, acabo de mirar, y el versículo siguiente que no leemos hoy dice: “los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle”. Y en versículo 39, con el que acaba el episodio podemos leer: “querían de nuevo prenderle pero se les escapó de las manos”)

Más allá del contexto, interesantísimo por cierto, Jesús insiste en su identidad afirmando que sus “obras” están ahí. Me imagino  a Jesús argumentando que en ocasiones más allá de delas discrepancias teóricas, los hechos son los hechos. Pero aquellos judíos…. ¡ni por esas!

Y es que cuando no “tragas” a alguien, el sentimiento puede más que la razón. Esto es importante para el cristianismo del siglo XXI, porque tan importante es, como creyentes, dar razones “para creer” en nuestra sociedad, que ofrecer un talante de vida creíble, sim-pático y cordial (o misericordioso, como se dice ahora).

Hemos de trabajar las sintonías, “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen”; hemos de buscar incansablemente el modo de llegar a los demás con calma y paciencia, “las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi”. Y si aún así no sintonizamos…. ¡qué se le va hacer!, alguien dijo alguna vez que “el discípulo no es más que su maestro” (Mateo 10, 24).

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