EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»
Nicodemo le preguntó: - «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: - « Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»Juan 3, 7-15
COMENTARIO
En el sugerente diálogo con Nicodemo que iniciamos en el evangelio de ayer, hoy Jesús vuelve a darnos otra pista de le que
supone asumir el proyecto de vida por él anunciado.
Efectivamente, Jesus nos invita a abrir los
ojos ante lo que tenemos delante cada día: “si no creéis cuando os
hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo?” De esta
afirmación entiendo que, hasta nueva orden, nos toca ser “fieles a la tierra”.
La tierra, la historia… tiene sus ritmos, sus sentidos,
sus misterios, sus entresijos, tiene también sus melodías de subida y de bajada
y a todo hay que buscarle su valor sinfónico. “La verdad es “sinfónica” ha
dicho alguien, es decir, una vida equilibrada es una vida que procura integrar
lo que “es vivido” a lo largo de toda la historia. No podemos “escaparnos” de
esta tierra, ni huir de sus desiertos. Todo pertenece a esta sinfonía.
Entiendo yo que Jesús viene a afirmar que como no
entiendas de la tierra y la gestiones lo más adecuadamente que
puedas, te perderás el cielo.
Si ayer la tentación de inmovilismo era lo que podía en-ranciar la experiencia vital de la personas, hoy el peligro lo
encontramos en la tentación de huída ante lo incómodo de la
realidad.
Aunque no me gusta la expresión que voy a decir a
continuación, me atrevería a escribir que dese la óptica que sugiere hoy el
evangelio "la única forma de ganarnos el cielo es no dar lugar
a perder nada de la tierra".
Llama la atención el hecho de que esta "fidelidad a
la tierra" era también proclamada por el contradictorio filósofo postmoderno
(o lo que sea) F. Nietzsche cuando afirmaba:
"¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced
fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas
sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de la
vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está
cansada de ellos"
(F. Nietzsche, Así hablo Zaratustra)
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