lunes, 25 de abril de 2016

EL EVANGELIO DEL 25 DE ABRIL. FESTIVIDAD DE SAN MARCOS


EVANGELIO
En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once, y les dijo:
–Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.
A los que crean, les acompañaran estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.
El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.
Marcos 16, 15-20

COMENTARIO
Se agradecen evangelios como los de hoy porque salta a la vista el “ropaje” cultural del que se revisten los textos evangélicos, absolutamente prescindible, y que además reclama nuestra actualización si no queremos hacer de la “Palabra” un silencio ahogado.

Probablemente, en la cultura judía del momento, serpientes y espíritus fueran “grandes amenazas” para la estabilidad de la época: los espíritus porque “deformaban” el interior del ser humano, y serpientes y venenos porque, en un pueblo nómada cómo había sido el judío, eran un continuo problema en sus viajes.

En el fondo, Marcos presenta la figura de Jesús como la de aquel hombre que nos permite “vencer” los grandes miedos del ser humano. El mensaje, fuera del ropaje cultural de aquella época, sería: “no tengáis miedo a nada, Dios está de vuestra parte, sólo Él es la verdad, no temáis a otros poderes". Yo imagino a aquellos primeros cristianos más que cogiendo serpientes, “comiéndose el mundo”, humanizándolo.

Hoy, en nuestra cultura, cada uno de nosotros deberíamos hacer una lista de nuestros miedos y amenazas, de nuestras instancias des-humanizadoras y de nuestras impotencias; en el fondo, el evangelio de hoy nos propone caer en la cuenta de todo lo mejorable que tiene nuestra vida, no para compadecernos de ello sino para transformarlo.

Y narra también el texto de hoy el acontecimiento que denominamos la "ascensión de Jesús". Otro acontecimiento necesitado de ser interpretado sin los ropajes míticos de la época.


Esta "retirada" de Jesús no es ni huída, ni indiferencia, sino algo así como condición de posibilidad para que el ser humano sea tal. 

De igual modo que un padre o una madre se separan del hijo o de la hija para que ellos puedan crecer, la experiencia del Dios judeocristiano conoció desde el comienzo el hecho de sabernos libres y constructores de nuestro propio devenir histórico.

Y Dios, más que el "gran ausente" de dicha tarea, seréa el "gran fundante" de la misma.









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