lunes, 14 de marzo de 2016

LUNES DE LA V SEMANA DE CUARESMA. EL EVANGELIO DEL 14 DE MARZO



EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

Juan   8, 1-11

COMENTARIO
A veces pasan estas cosas: que el evangelio del lunes de la quinta semana de cuaresma coincida con el domingo quinto de cuaresma en el ciclo litúrgico "C".

Iba a repetir el mismo evangelio de ayer pero me ha venido a la cabeza una curiosidad y un recuerdo que no añade nada al comentario de ayer. Quien no tenga tiempo que no siga leyendo porque es un poco largo y el tiempo es ese bien tan escaso como efímero.

Hace muchos años leí el texto de una obra de teatro de Antonio Buero Vallejo que se llama "Palabras en la arena". Aunque la leí por obligación, por aquello de que había que aprobar Literatura en el instituto, se me quedó grabado su contenido. Os cuento el argumento.


En Las palabras en la arena, Antonio Buero Vallejo recrea el episodio evangélico de la mujer adúltera. La trama argumental de la obra de Buero Vallejo puede sintetizarse así: Noemí, esposa de Asaf, jefe de la Guardia del Sanedrín, se encuentra en el interior de su casa de Jerusalén, y su esclava fenicia, que se encuentra en el huerto, explica que ve a lo lejos a Jesús, predicando en el templo, y cómo Asaf y otros hombres llevan ante él una mujer que va a ser lapidada.

La esclava narra después que Jesús se agacha y escribe algo en la arena, y que posteriormente se levanta y dice unas palabras. En ese momento es interrumpida por Noemí, quien le pide que le sirva de intermediaria para concertar una cita amorosa con el centurión romano Marcia, aprovechando que Asaf, su esposo, estará unos días fuera de la ciudad.

La esclava fenicia parte a cumplir el encargo, y poco después llegan frente a la casa Asaf y otros judíos, que se lamentan de que Jesús les haya hecho huir escribiendo en la arena sus pecados, y algunos de ellos van contando lo que le vieron escribir sobre los demás: así, vamos sabiendo que Jesús, refiriéndose al escriba Eliú, había escrito en la arena que era un "ladrón de los dineros de los pobres"; que había acusado el saduceo Gadi de "corruptor de niñas"; al fariseo Matatías, de "Hipócrita ... y lujurioso", y al sacerdote Joazar, de "ateo".

Tan solo queda la incógnita sobre lo que escribió Jesús en la arena a propósito del marido de Noemí, Asaf, pues, curiosamente, nadie lo ha visto salvo el mismo Asaf, quien se niega a revelarlo, aduciendo que Jesús se ha equivocado, pues nunca ha cometido el pecado del que le ha acusado.

Al poco llega la esclava fenicia de cumplir la misión que le había encargado Noemí, y se le cae al suelo la bolsa de monedas que el centurión Marcia le había dado como recompensa por su intermediación. Asaf reconoce la bolsa y pretende castigar a su esclava, creyendo que ha mantenido relaciones sexuales con Marcia. Pero la esclava se defiende, dando a entender que tan solo ha cumplido un encargo de Noemí.

Es entonces cuando Asaf se da cuenta de que su mujer, Noemí, le está engañando con el centurión Marcia, y, preso de un ataque de celos y de ira, entra en la casa tras su mujer, cuyo grito se escucha desde el exterior.

Cuando los demás fariseos llegan ante la casa, atraídos por el grito de Noemí, llaman a Asaf, el cual sale a la puerta descompuesto, y diciendo "Lo sabía ..., lo sabía". Cuando los demás le preguntan a qué se refiere, Asaf da a entender lo que, para su asombro, acaba de descubrir: Jesús conocía que caería en el pecado que acaba de cometer. Uno tras otro le preguntan qué escribió Jesús en la arena para él: "«¿Cruel?» [...] «¿Turbulento?» [...] «¿Celoso?» [...]. Y Asaf revela entonces lo que Jesús había escrito: «¡A. .. se ... sino!» [...].

Y en la acotación final, el autor da a entender que su obra retoma el tema del "destino" presente en las tragedias clásicas: "Los demás se incorporan con los ojos espantados, y el Destino pone su temblor en el grupo antiguo que rodea al hombre vencido".

Estoy en desacuerdo con la conclusión a la que llega el autor en relación con la existencia de un "destino irremediable" para cada ser humano. Más bien lo que a mi juicio sugiere la propuesta teatral es que todos, antes o después, descubrimos que nos afecta constitutivamente  la limitación y el error. Por tanto ir de "puros" por la vida nos aparta de nuestra más auténtica humanidad. 

Y estoy en desacuerdo con lo que plantea el autor porque yo no creo que todas las personas tengamos un destino marcado al que irremediablemente vamos. Ni siquiera creo en la muerte como destino, porque no todos morimos igual. Ciertamente el acto físico del morir probablemente sea el mismo para todos, pero en la medida en que la vida cada uno la ha vivido de una determinada manera, incluso el morir nos sabrá distinto dependiendo de tal circunstancia. 

Me considero enamorado, si se puede hablar así, de los versos del poeta cuando afirma:

¿He aprendido a decir:
Belleza, Luz, Amor y Dios
 para que me tapen la boca cuando muera?
No, -añade el poeta-

...eh..., muerte, escucha.
Yo –el poeta-
soy el último que habla.
(León Felipe).

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