martes, 15 de marzo de 2016

HISTORIAS PARA DESPERTAR


El hecho que se cuenta del famoso director de cine Steven Spielberg puede ayudar a entender un poco la razón por la que en sus por películas acostumbra a mostrar la bondad de algunos de sus personajes. Ha dicho: 

-Un día en la escuela de primaria hicimos una carrera. Toda la clase había llegado a la meta excepto dos alumnos: un niño con deficiencias psíquicas y yo. Él iba unos cuarenta metros detrás de mí. Sólo faltaban cien para la meta. Desde allá, toda la clase empezó a animar al chico deficiente, gritándole para que me ganara. Fue como si le dieran vida por primera vez y empezó a correr más, pero no tanto como para ganarme. Y yo pensaba: “¿Cómo haré para tirarme al suelo y que parezca que me he caído?” Pero me tropecé de verdad, caí de cara y me arañé la nariz. Todos gritaron de alegría y animaron todavía más al otro chico. Yo me levanté cuando él ya estaba a punto de llegar a la línea de meta, y empecé a correr, pero no para ganarle, sino por dejarle ganar a él. Y llegó a la meta antes que yo. Todos lo cogieron y lo llevaron a cuestas hacia los vestuarios. Yo me quedé allí, en la pista, llorando durante al menos cinco minutos. En toda mi vida no me había sentido a la vez tan bien y tan mal. 


Perder para que otro gane; ceder para que otro sea el protagonista... Saberlo hacer es un arte. Y es una demostración de bondad, de afecto y de atención a personas que quizás no tienen tantas posibilidades como nosotros. 

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