viernes, 26 de febrero de 2016

VIERNES DE LA SEMANA II DE CUARESMA. EL EVANGELIO DEL 26 DE FEBRERO


EVANGELIO
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: Tendrán respeto a mi hijo. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos. Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta”.

Mateo   21, 33-43
COMENTARIO




Lo más provocador del evangelio de hoy se encuentra al comienzo y al final del mismo; los destinatarios de la parábola son los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. 

Tales destinatarios, que no eran tontos, sabían que iba por ellos, y eso de "se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos" debió saberles a rayos encendidos. No me extraña que buscaran "echarle mano".

Quizás sea ingenuo por mi parte, pero yo creo que en este caso tanto sumos sacerdotes como ancianos actuaban de esta forma, porque querían proteger a la religión judía de todo aquello que pudiera hacerla inautentica. 

Ellos percibían a Jesús como un renovador de la religión, y nunca fue ni entendido ni tolerado. La institucionalidad judía no tuvo más remedio que establecer mecanismos de defensa ante propuestas religiosas tan pegadas, además, a la propia personalidad de Jesús.

Ellos sentían que Jesús, el heredero de toda la espera mesiánica judía, venía a quedarse con la herencia largo tiempo trabajada. Los sumos sacerdotes y ancianos, no podían consentir dicha apropiación. En el fondo se trata de un episodio más entre consrvadores de un estatus (a los que generalmente les va bien) y renovadores de la institución.

A la Iglesia y a los creyentes de hoy, esta parábola nos pone sobre aviso del peligro que tenemos unos cuantos de "creernos" con los derechos de herencia, bien porque en nuestras mentes está la verdad, o bien porque en nuestro corazón está el "buen creer". 

Si no queremos ser como los antiguos sumos sacerdotes, hemos de estar atentos  a los nuevos hijos que vienen año tras año a "recoger su herencia"; ellos también son portadores de la experiencia de Dios. 

Sobre Dios no todo está dicho ya, debemos seguir estando a la escucha de la palabra. Esta es la clave, la escucha atenta, la espera infinita, la capacidad para percibir en las sensibilidades de hoy todo aquello que nos queda por aprender.

Secuestrar la verdad y escriturar la viña a nuestro nombre no deja de ser  un episodio más del miedo. Y con miedo, nos hundimos.


Un comentario un poco más técnico sobre la imagen de la viña puedes encontrarlo pulsando en los puntitos •••


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