domingo, 31 de enero de 2016

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 31 DE ENERO


EVANGELIO
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga:
–Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían:
–¿No es éste el hijo de José?
Y Jesús les dijo:
–Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»: haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm.
Y añadió:
–Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del Profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Marcos  4, 21-30
COMENTARIO

He de confesaros que se me compunge el espíritu cuando paso por un centro educativo y veo eso de “Centro bilingüe”. También me ocurre cuando escucho a amigos míos decir que sus hijos están en bilingüe y que el esfuerzo en el aprendizaje en ocasiones es mayúsculo. Me da envidia, sana envidia. 

Los que somos de “inglés” de antes no pasamos de esa pronunciación macarrónica o macarránica y a los sumo, tirando de diccionario, apenas si conseguimos leer alguna cosilla ineludible. Definitivamente, el don de lenguas no estuvo gracioso con nosotros, o quizás nosotros no pudimos o supimos estar en el lugar adecuado para que la  “gracia de las lenguas” nos tocara en nuestro proceso de aprendizaje.

Digo esto porque el problema que se plantea en el evangelio de hoy no es más que un problema de lenguas. Eso sí, un problema de lenguas del espíritu, aunque en cualquier caso se trata de entender o no entender un código distinto al tuyo, en este maravillosa posibilidad cotidiana del acontecer vital personal.

Los judíos eran como yo, monolinguistas si acaso; ellos hablaban en “judío”, pensaban en “judío” y su esperanza era “judía”. Y llega Jesús y les dice que él es un poquito “libanés” (viuda de Sarepta) y un poquito “sirio” (Naamán). Y los judíos le dijeron, “mira Jesús, yo sólo hablo español” (es un decir).

Lo de la interculturalidad viene ya de muy atrás. No es un descubrimiento de los “agentes sociales progres” del siglo XXI. Y en ese permanente conflicto entre “nuestra cultura” (tradición) y la cultura de los otros, hay que reconocer que Jesús no fue parcial.

¿Quiso Jesús dinamitar la raíces judías del pueblo semita? No… vamos eso creo yo. Yo creo que Jesús se fue un poquito más atrás del lugar en el que se anclaba aquella cultura judía y supo descubrir que “de Dios” somos (hijos) todos. Por tanto, ni un palmo de terreno, ni un idioma, ni una idea, puede desdecirnos y desposeernos de este proyecto común que se llama “ser humano”… siendo humanos.

El evangelio de hoy es una llamada de atención a todos los cristianos para que nos pongamos en el lugar adecuado para “captar la gracia” de superar los nacionalismos de hoy (pertenencia a territorios, a ideologías e incluso a manías). Por supuesto, cabe que, pensando así, el cristianismo se “despeñe”.. pero será signo de la fidelidad al Maestro de Galilea.


Aunque  pensándolo bien, sería triste que incluso hablando todas las lenguas del mundo en los mejores colegios bilingües de pago, nos olvidáramos de la lengua fundamental: la del amor (“Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden” 1Cor 13,1)

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