EVANGELIO
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
Lucas 1, 39-45
COMENTARIO
No es otra cosa
más que la casualidad la que hace que el evangelio de ayer coincida con el de
hoy. Es un texto magistralmente simbólico, que hace de este relato de la
“pre-infancia” de Jesús un escrito cargado de resonancias del Antiguo
Testamento.
El sentido
profundo de este texto es el siguiente: María, por la encarnación de Jesús en
su vientre, ha quedado convertida en «Arca de la Alianza», es decir, en
portadora de la presencia de Dios en su hijo Jesús. Este es el simbolismo que
Lucas le da a la visita que María realiza a su prima Isabel. Por eso María hace
el mismo recorrido que realizara antaño el Arca de la Alianza por las montañas
de Judá.
Lucas describe
una verdadera liturgia; un ritual de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Pero no se trata de una liturgia oficial, celebrada dentro del Templo. Lucas
con esta narración nos muestra el nuevo estilo de religiosidad que se inicia
con Jesús: la presencia de Dios no se halla sólo en el Templo, sino en la vida
cotidiana. Y así como el Arca no podía ser tocada sino era por sacerdotes,
ahora son mujeres sencillas del pueblo quienes rodean al «Arca».
Por eso mismo,
más allá de la construcción literaria del relato, la significación creyente del
mismo es muy sugerente. La experiencia cristiana que tiene la primitiva
comunidad sigue confiando en que su Dios es un Dios de la historia, un Dios que
se hace presente y a quien se le siente en el camino cotidiano; en este sentido
es importante recordar cómo el Arca, en la que iban las “Tablas de la Ley”,
acompañaba siempre al pueblo en todas sus vicisitudes históricas, allí donde la
vida se escribía con notas de felicidad y allí donde sufrían los reveses de las
victorias del ejército enemigo. Es un Dios ligado al caminar del ser humano y
no sujeto a los ritmos de la naturaleza
Podríamos,
incluso, estirando el argumento, afirmar con rotundidad que este texto pone en cuestión,
como tantas veces hará Jesús a lo largo de su vida pública, que lo único “sagrado”
que hay en la vida es la persona y su devenir histórico. Ni tiempos, ni lugares,
ni espacios son sagrados. Una religión demasiada pegada a “lugares santos” y a “objetos
litúrgicos” no deja de ser más que un sucedáneo mágico de muy baja densidad
creyente.
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