viernes, 6 de noviembre de 2015

VIERNES DE LA SEMANA XXXI. EL EVANGELIO DEL 6 DE NOVIEMBRE


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que habla procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.»
Lucas   16, 1-8
COMENTARIO




Hoy es uno de esos días que mejor “callar” que “comentar”. No es fácil justificar la razón de que
Jesús contara esa parábola, sobre todo porque no es ni siquiera “edificante”.
El “contexto cultural” redime un poco su significado, pero resulta “forzado” en cualquier caso. Se parece “tanto” a nuestro mundo, al “buscarse la vida” de nuestra cultura, que da la sensación de que su mensaje renuncia a la “utopía” que caracteriza al evangelio. En cualquier caso, vamos allá un poquito.

Digo que el “contexto” la hace culturalmente “razonable. Me explico. En tiempos de Jesús, el administrador de un hombre rico (generalmente un terrateniente) era algo más que un encargado de los criados. Tenía poderes para hacer toda clase de transacciones: arrendar tierras, conceder créditos, liquidar deudas, llevar la contabilidad, etc. Según la práctica corriente, el administrador podía hacer préstamos de las propiedades del dueño, por los que recibía una comisión, que no siempre figuraba en los documentos.

¿Por qué elogia el amo al administrador? No por la falsificación de cuentas, que podía ir incluso contra la Ley de Yahvé, sino por su sagacidad para congraciarse con los deudores, restándolo de su propia comisión; comisión de la que él vivía y que no pocas veces era excesiva. El significado de la parábola no es la aprobación de una conducta irregular. Lo central es el elogio de la astucia de un gerente que, ante una situación apurada, supo sacar partido de sus propias irregularidades.

Lo más llamativo de la parábola está al final: “Ciertamente, los hijos de las tinieblas son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. Es decir, Jesús reconoce que hay gente “que se busca la vida bien”. El mensaje de la parábola vendría a decir que la misma intensidad, la misma pasión, que ponemos “en las cosas de este mundo” habría que ponerlo en nuestra “búsqueda de Dios”.

Personalmente considero que esta conclusión tiene un problema muy serio, puesto que da por buena la idea, por otra parte muy extendida, de que  unas cosas son “las cosas del comer” y otras “las cosas del querer”, y entre estás últimas, “las cosas de Dios”. Así funcionamos muchas veces, con esta “doble moral” que pervierte a la experiencia religiosa.


No sé si Jesús quiso ir tan allá, no me lo explico la verdad. Yo me quedo hoy sólo con una conclusión: “hasta que no sintamos, con la cabeza y el corazón, que en la experiencia de un Dios que se ha hecho historia “nos va la vida”, la religión sólo será una bello adorno  y un inútil entretenimiento”.


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