El Junaid tenía un discípulo al que
prefería sobre todos los demás, lo que incitó los celos de los otros
discípulos. El maestro –que conocía los corazones- se dio cuenta de ello.
-“Es superior en cortesía e inteligencia,
les dijo. Hagamos una experiencia para que vosotros también lo comprendáis.”
Juanid ordenó entonces que le trajeran
veinte pájaros, y les dijo a los discípulos:
-“Que cada uno coja un pájaro, se lo lleve
a un lugar en el que nadie lo vea, lo mate, y me lo traiga luego”.
Todos los discípulos se fueron, mataron los
pájaros y los volvieron a traer. Todos… salvo el discípulo favorito, que le
devolvió vivo el pájaro.
-“¿Por qué no lo has matado?”, preguntó
Junaid.
-“Porque el maestro ha dicho que tenía que
hacerse en el lugar en el que nadie pudiese vernos, respondió el discípulo.
“Pues bien, en todas partes a donde he ido, Dios me está viendo y además estaba
presente mi conciencia que me dice que no puedo matar a ningún ser vivo.”
-“¿Veis su grado de comprensión? –exclamó
Junaid -; comparadlo con los demás.”
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