miércoles, 16 de septiembre de 2015

MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXIV. El EVANGELIO DEL 16 DE SEPTIEMBRE.

EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»

Lucas   7,31-35

COMENTARIO

En el evangelio de hoy Jesús introduce su reflexión con una comparación sacada de los juegos de los niños de su época; compara a escribas y fariseos con un grupo de niños que están jugando a un juego popular de dramatización, existente en tiempos de Jesús. 

Para jugar a dicho juego los niños judíos se dividían en dos bandos. Un bando entonaba una canción jocosa, y el otro bando debía hacer gestos y signos de alegría. 

Pero cuando el primer grupo cambiaba la canción alegre por una canción triste, el grupo que dramatizaba debía expresar gestos y lamentos propios de la tristeza. En resumen: unos niños representan la vida, mientras que los otros representan la muerte.


Jesús viene a decir a aquellos dirigentes religiosos: sois como un grupo de niños malhumorados que no quieren jugar a nada, ni a hacer gestos de alegría, ni a hacer gestos de tristeza... Y es que los escribas y fariseos dijeron «no» a Juan Bautista, que era un hombre enormemente ascético y que se había separado de la sociedad para vivir en el desierto. Fue en el desierto donde maduró su mensaje exigente y duro. 

Pero también dijeron «no» a Jesús que se mezclaba con todos y se sentaba a comer incluso con publicanos (recaudadores de impuestos) y pecadores. 

Tienen los ojos cerrados para descubrir los signos de Dios. Son incapaces de aceptar la salvación de Dios. Están muertos en su interior.

Sólo los «hijos de la sabiduría» son capaces de descubrir el sentido de los gestos de Juan Bautista y de Jesús de Nazareth.

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, el mensaje es aleccionador: el cristiano está llamado a ser «testigo de la sabiduría». La palabra sabiduría hunde sus raíces en el verbo «saborear». El cristiano debe tener capacidad para  saborear la vida.  Ser testigo de la sabiduría es tener una visión positiva de la vida. 

Más allá de la distinción que Jesús establece entre su anuncio (en clave positiva) y el de Juan el Bautista (en clave negativa), está claro que nos pone sobre aviso de un tipo de inconformismo adolescente que nos puede introducir a los humanos en un camino hacia ninguna parte, donde uno se coloca en el centro de todo pero en medio de la nada. Eso nos ocurre cuando todo y a todos lo vemos mal, y nuestra mirada deja de ser un instrumento para descubrir la vida y sólo es capaz de malhumorar nuestro corazón.

Cierto es que hay otro inconformismo, en este caso maduro, que nos invita a crecer y humanizar la vida. Este inconformismo, en este caso bueno, lejos de enquistarnos en nuestro interior nos abre cada mañana a la creatividad constructiva y personalizadora.

¿De qué tipo es tu inconformismo?

PD:Si quieres conocer algunas particularidades sobre instrumentos musicales en tiempos de Jesús puedes verlo aquí.

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