EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: - «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»
Juan 17, 20-26
COMENTARIO
“…para que todos sean uno… para que
sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean
completamente uno”.
Difícil
tema es el de la unidad; o al menos a mí me lo parece. Creo que en nuestra
iglesia hemos conocido una “unidad de gabinete” que ha pervertido realmente el
anhelo de “unidad”. “Communione, nudum nomen”, o lo que es lo mismo, “de la
comunión sólo nos queda el nombre”. Disculpad el tono pesimista del comentario
de hoy, pero es que realmente creo que “vamos cada uno a lo nuestro” en esta
iglesia. Eso sí, palabras no nos faltan, hablamos de “equipo”, de “consejos”,
de “grupos”; hemos formulado una gramática (parda) sobre la unidad. Pero ya está.
Al final “utilizamos” la
unidad como coartada lingüística, pero en el fondo ninguno estamos dispuestos a
renunciar a se el “guay” oficial, el “progre” oficial, el “intelectual”
oficial… y hasta el “payasote” oficial. Sólo si se nos reconoce nuestro
“personismo” estamos dispuestos a “jugar” con los otros.
Hemos confundido la unidad
con la “coincidencia”, es decir, con “complementarnos bien pero sin pisarnos”;
ahora bien si pisas mi parcela, ya no somos dos, sino uno más uno. Hemos
confundido también la unidad con la “uniformidad”, es decir, “hagamos lo mismo
y de la misma manera”, ahora bien si lo haces de otra manera eres un hereje.
Hemos confundido la unidad con la “sumisión”, es decir, “haz lo que yo te mando
porque a mí me toca mandar y a ti obedecer”; sin comentarios.
Este “ser uno” del que nos
habla hoy Jesús en el evangelio de San Juan, ¿tiene algo que ver con todo lo
anterior? Yo, sinceramente, creo que no. “Que
todos sean uno”, para la primitiva comunidad cristiana, era la única manera
de “hacer visible el proyecto de Jesús” en la sociedad.
“Yo en ellos y tu en mi”…decía Jesús. Lo importante es el
“proyecto”, el “guión”, y en ningún caso “los actores” y “el “escenario”. Hemos
ido fabricando poco a poco una “iglesia de actores y escenarios” y hemos ido
“tirando por la borda” el “guión”. Lo que da la unidad es el “guión”.
Por eso nuestros
“personismos” eclesiales (como curas, catequistas, agentes de la caridad, de la
liturgia…) “guays” nos han convertido en ´”ídolos” vaciados de “guión” (de
evangelio). Y cuando caemos en esa trampa “el guión” (el evangelio) no es
reconocible por mucho que nos esforcemos como “actores” en la interpretación.
Eso sí, pasaremos buena parte de nuestro tiempo con nuestra “gramática (parda)
de la unidad”.
Para mí, la única manera de
“ser uno” es que los actores nos hagamos un poquito “más transparentes”
(¿prescindibles?), y que así pueda brillar en el escenario de la historia… “el
guión”… como una “rosa”, ayer capullo, mañana marchita, pero siempre en la
memoria del rosal.
Reflexivo comentario el de hoy, pero permítame que le rebata algo; Un buen guion sin un magnifico actor no "LLEGA" al público, por lo tanto, ¿de qué sirve?; creo que obvias que el "actor" se ha nutrido del guión. El ser humano lleva consigo "interpretar" un rol de los que usted ha nombrado, por el hecho de su condición de ser humano. Por ejemplo, pienso que usted es un magnifico "actor" porque el guion me llega perfectamente y en este caso resalta usted como mediador de un guión que antes pasa por su corazón y llega a mi inundado de ti, pero lo que me queda es el guion, preñado de ti y amoldado a mí. Discúlpame que me haya atrevido a formular esta comparación. Un saludo y siga así de fenomenal, llena a mucha gente.
ResponderEliminarNo suelo comentar los comentarios pero me ha pillado delante del ordenador. Completamente de acuerdo contigo en la complementariedad guión-actores. Sólo un matiz. Pretendía yo decir que los notables déficits de unidad que son visibles en muchos niveles de nuestra iglesia se deben, a mi juicio, en que en no pocas ocasiones hemos privilegiado el hecho de ser "intérpretes" y hemos oscurecido el "guión"; hemos optado por plasmar nuestra firma aunque haya sido en un documento en blanco. En este sentido, la última parte de su comentario se lo agradezco, pero en no pocas ocasiones me siento con pretensiones de solista sin sinfonía de fondo. Y eso no me hace sentirme bien precisamente porque caigo en lo que critico. En esos casos me tranquiliza "decirme" cada día que quien primero tiene que aplicarse mis propias críticas soy yo mismo.Y además lo siento con convicción. Un saludo
EliminarJesús de Nazaret, Pedro, Marcos, Lucas.. todos, buenos actores con un mismo guión, que aún hoy se recuerdan,sin ellos quizá no hablaríamos de ningún guión. ¿La Iglesia no da no pocas veces más protagonismo a los actores que al guion?. Un actor sin guion no es nada y viceversa, pero como todo, en la vida hay actores que marcan y llegan y actores que solo contemplas.
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