EVANGELIO
En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once, y les dijo:
–Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.
A los que crean, les acompañaran estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.
El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.
–Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.
A los que crean, les acompañaran estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.
El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.
Juan 16, 15-20
COMENTARIO
La fiesta de la Ascensión que celebramos hoy nos sugiere
este texto que tiene la frescura propia del evangelista Marcos. ¡Menos mal que
vuelve Marcos!. Marcos no se anda con contemplaciones. “Si no crees… ya estás
condenado”, “si crees… te salvas… y además te convertirás en un super-hombre o
super-mujer porque expulsarás demonios, cogerás serpientes, beberás veneno
mortal y no morirás y hablarás no sé cuantos idiomas”. Si señor, ¡éste es Marcos!
Me gustaría ver a mi hoy a aquellos que “interpretan” la Biblia
al “pie de la letra” y que hasta en las “comas” hacen silencio porque el
descanso es divino, -insisto- me gustaría ver cómo beben un veneno mortal
–obviamente si tienen fe-.
Se agradecen evangelios como los de hoy porque salta a la
vista el “ropaje” cultural del que se re-visten los textos evangélicos,
absolutamente prescindible, y que además reclama nuestra actualización si no
queremos hacer de la “Palabra” un silencio ahogado.
Probablemente, en la cultura judía del momento, serpientes y
espíritus fueran “grandes amenazas” para la estabilidad de la época: los
espíritus porque “deformaban” el interior del ser humano, y serpientes y
venenos porque, en un pueblo nómada cómo había sido el judío eran un continuo
problema en sus viajes.
En el fondo,, Marcos presenta a figura de Jesús como la de
aquel hombre que nos permite “vencer” los grandes miedos del ser humano. El
mensaje, fuera del ropaje cultural de aquella época, sería: “no tengáis miedo a
nada, Dios está de vuestra parte, sólo Él es la verdad, no temáis a otros
poderes. Yo imagino a aquellos primeros cristianos más que cogiendo serpientes,
“comiéndose el mundo”, humanizándolo.
Hoy, en nuestra cultura, cada uno de nosotros deberíamos
hacer una lista de nuestros miedos y amenazas, de nuestras instancias des-humanizadoras
y de nuestras impotencias; en el fondo, el evangelio de hoy nos propone caer en
la cuenta de todo lo mejorable que tiene nuestra vida, no para compadecernos de
ello sino para transformarlo.
Y es justo en este punto donde la radica la fiesta de la
Ascensión. Ya lo dijo Benedicto XVI hace unos años: la Ascensión no es que
Jesús “subiera al lugar de los astros”. No, la “ascensión” es la gran fiesta de
la responsabilidad cristiana. Como dijo aquel teólogo en el campo de
concentración de Auswith: “ante Dios, hay que vivir como si Dios no existiera”.
Es decir, nos toca a nosotros “hacernos cargo” de la historia. No caben
“intervenciones milagrosas” de dios en el mundo; sólo cabe “asombrarnos” de lo
que podemos llegar a hacer nosotros si nos empeñamos en “guardar” su palabra”,
“actualizar su memoria” y vivir como Él vivió.
Si tuviéramos que poner un título de película a la fiesta de
la “Ascensión” podría quedar así: “La Gran Retirada”. Porque, efectivamente, es
Dios quien se “retira” de esta historia, no por dejadez, pereza o indiferencia,
sino más bien cómo un padre o una madre se separan del hijo o de la hija para
que ellos puedan crecer, más allá del dolor del crecimiento o de la incomodidad
de esa distancia. Sólo con es retirada, el hombre y la mujer son humanamente
divinos y Jesús divinamente humano.
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