EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene ya la vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Juan 6, 44-51
COMENTARIO
“El que cree tiene ya la vida
eterna”. … Como dijo aquél: “ahora vas y lo explicas”.
Hay aquí una “conjunción” de tiempos que es “de todo” menos clara. ¿Veis cómo
se atraganta el discurso del pan de vida?...
Hace
poco más de un mes ya nos aproximamos al tema de la vida “eterna” por aquello
de la “germinabilidad”. Considerando aquel punto de vista una perspectiva, hoy
ofrecemos otra. El sentido que Jesús da a la muerte podemos ir “apuntalándolo”
pacientemente desde distintas miradas.
Un
sencillo “dato técnico”; a ver si se explicarlo. Nuestro esquema habitual del
siglo XXI, coloquialmente hablando y sin mucho calentamiento de cabeza, nos
haría pensar que hay dos vidas: esta vida (que acaba) y otra vida (eterna).
Hasta aquí, claro, independientemente de los problemas que pueda plantearnos
este esquema y contando con el riesgo que lo de la “vida eterna” es in-creíble
para muchas personas que no pueden incorporar una fe religiosa en su visión del
mundo. Pero digamos que, mediando la fe, muchas personas no pondrían gran inconveniente
a esta “división de vidas”.
Ahora bien,
este esquema más o menos típico en nuestra cultura, al parecer, no es el
esquema de un judío de “cultura media” en el siglo I, tiempo en que vive Jesús.
En aquel tiempo los judíos pensaban que existían tres edades: la etapa
patriarcal de los orígenes (los tiempos de Abraham, Isaac, Jacob), la etapa de
liberación (los tiempos de Moisés y las continuas alianzas), y ¡sorpresa! una
etapa que “estaba por venir”, la etapa del Mesías (el tiempo definitivo-duradero-
eterno). Ésta última etapa era, para los judíos la vida eterna, es decir, los
tiempos del Mesías.
Jesús,
indudablemente, era un judío. Como Jesús se presenta como el Mesías, creer en
él era “estar ya en la vida eterna”. Yo no sé si esto aclara o confunde, pero
por lo menos des-codifica el texto. Por eso mismo es importantísimo conocer los
contextos culturales en los que vivió Jesús.
Jesús
tiene conciencia de que con él ha entrado ya en la historia la vida eterna. En
este sentido para calificar una vida como “eterna”, no es necesario que “dure
mucho”, sino que basta con que haya entrado en la historia lo “definitivo y
esperado” de la vida. O dicho con otras palabras, eterna es la vida, para un
judío, si ha descubierto al Mesías. Eterna es la vida, diríamos nosotros, si
hemos dado con el “quid” de la misma. Eterna es la vida si has “descubierto” lo
que tenías que descubrir. Eterna es la vida si te la encuentras cada día
“dotada de sentido”.
De
hecho, en nuestra vida cotidiana, tenemos expresiones como “ya me puedo morir
tranquilo” cuando queremos decir que hemos cumplido con nuestras
expectativas de vida.
No sin
ciertas “licencias” de traducción, la frase de Jesús “el que cree tiene ya la
vida eterna” podría ser traducida por: “el que cree ha encontrado ya el sentido
de su vida”; cosa que, por otra parte, tiene bastante sentido.
Por
eso, precisamente, el Pan de Vida que es Jesús, sacia, llena y hace plena la
vida.