Había un monje que se hacía
llamar “El Maestro del Silencio”; pero era un fraude; él no era ningún maestro.
Para engañar a la gente, este individuo tenía dos cómplices: dos monjes
elocuentes que respondían las preguntas por él; mientras tanto, este falso maestro
permanecía en silencio como para demostrar su inescrutable sabiduría.
Un día, durante la ausencia de
sus cómplices, vino a él un peregrino y le preguntó: Maestro, ¿qué es el
Buda? Sin saber qué responder, miró a todas partes con desesperación buscando
a sus compinches. El peregrino, satisfecho, dio las gracias al “maestro” y
continuó su viaje.
Por el camino, el peregrino se
encontró con los dos monjes que regresaban; él empezó a hablarles, con mucho
entusiasmo, de este ser “iluminado”… de este “maestro del silencio”; les dijo: Le
he preguntado qué es el Buda, y él ha girado la cabeza al este y al oeste
indicando que los seres humanos siempre están buscando a Buda aquí y allá
cuando, en realidad, a Buda no se le encuentra en ninguna de esas direcciones.
¡Oh, qué maestro tan iluminado! ¡Qué profundas son sus enseñanzas!
Cuando los monjes
regresaron, “El Maestro del Silencio” los regañó: ¿Dónde han estado todo
este tiempo? Hace un rato vino un peregrino que me ha hecho sentir
terriblemente incómodo y ha estado a punto de hundirme.
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