UNA CUESTIÓN DE JERARQUÍA
Un ermitaño meditaba junto a un río cuando un joven
lo interrumpió. “Maestro, deseo convertirme en su discípulo”, dijo el muchacho.
“¿Por qué?”, contestó el ermitaño. El joven pensó por un momento. “Porque
quiero encontrar a Dios”.
El maestro se puso de pie de un salto, lo agarró
del pescuezo, lo arrastró hasta el río, y sumergió su cabeza en el agua.
Después de mantenerlo allí por un minuto, con él pateando y forcejeando por
liberarse, el maestro finalmente lo sacó del agua.
El joven tosía agua y jadeaba para recuperar su
aliento. Cuando se aquietó, el maestro habló. “Cuénteme, qué era lo que usted
más deseaba cuando estaba debajo del agua”. “¡Aire!”, contestó el muchacho.
“Muy bien”, dijo el
maestro, “váyase a casa y vuelva a mí cuando usted desee a Dios tanto como lo
que acaba de desear aire”
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