EVANGELIO
En aquel tiempo se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: -¿Por qué esta generación reclama un signo?. Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación. Los dejó, se embarcó de nuevo y fue a la otra orilla.
Marcos 8, 11-13
COMENTARIO
El texto de hoy es más revelador de lo
que parece. Vamos ya por el capítulo ocho de San Marcos y hemos podido leer
varios “hechos extraordinarios” de Jesús que si los hubiéramos visto nosotros probablemente no
duraríamos de la divinidad de Jesús; sin embargo, los fariseos a estas alturas
del evangelio aún no tiene claro nada sobre Jesús; de ahí que le pidan un signo
del cielo. O sea, que los hechos extraordinarios, las curaciones … todo eso que
manifiesta San Marcos, para los fariseos, no son signo de nada ni revela nada
especial de Jesús. Pues ya veis … no. ¡Cuánto ha cambiado la religión de
entonces a ahora!, insisto.
Los fariseos, sin saberlo, nos revelan
algo muy interesante a los que vivimos en nuestras coordenadas culturales. Los
llamados “milagros" de Jesús podían explicarse probablemente desde su más absoluta
humanidad. Por eso le reclaman “signos del cielo”. ¡Qué bueno! De rondón se nos
cuela un matiz de esos que suponen un cambio de nivel. Porque en el fondo Jesús
esta diciendo que el signo es Él, que su humanidad esplendorosa y sanadora
(irrelevante y muy normal para los fariseos) es su signo más determinante, que
la humanidad está transida de divinidad, que Dios está en lo humano, que Dios
es humano. O lo que es lo mismo: dedícate a vivir con la mayor humanidad posible
y allí, en ese discreto y sencillo lugar, Dios será en ti.
Y ¿cómo los fariseos no se enteraban de
esto? Es evidente… por su inhumanidad. Su inhumanidad les incapacita para
sentir a Jesús como Hijo de Dios, para confesarle Señor de la historia, y para descubrir en Él, las
posibilidades que todo ser humano podemos desplegar. Dichas posibilidades son
un signo de Dios. Pero los fariseos no lo ven.
Por eso Jesús suspiró: “¿qué más puedo
hacer?” –diría Él- . Hoy podríamos contestarle: “graduarles la vista a los fariseos”.
Insisto… sólo graduársela. Porque no es un problema de ceguera lo que está en
juego sino una cuestión de agudeza visual.
Y aquí bien podríamos planteárnoslo
nosotros también. Si hay una industria que ha producido gran cantidad de signos
a lo largo de la historia es la “industria religiosa”. Todos los días nos las
tenemos que ver con los signos: los sacramentos son signos, la imaginería son
signos, la decoración de nuestras iglesias está llena de signos…
Pero…el único signo necesario es el
mensaje de humanidad de Jesús y su puesta en práctica. Todo lo demás es
relativo. Por eso cuando me obsesiono con el “agua” del bautismo pero me olvido
de incorporarme a la dinámica del evangelio de Jesús, cuando me detengo en la
sacrosanta e indisoluble institución sacramental del matrimonio pero me olvido
del amor o el desamor de las personas que lo constituyen, cuando procedo con el
protocolo penitencial exigido en la confesión pero mañana vuelvo a ser igual
que ayer….cuando vivo así los “signos” sacramentales, ….pues eso, soy un
fariseo. Y ser una fariseo creo que no es “ser malo” simplemente es signo de que tengo un enorme problema de “agudeza visual”.
De la imaginería propia de la Semana
Santa, signos dignísimos de los divino, hoy me abstengo. Tiempo tendremos a
partir del miércoles que empieza la Cuaresma.
PD: Desde los puntitos ••• puedes acceder a un comentario de otros años un poquito más técnico en relación con el evangelio de hoy.
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