viernes, 13 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY, 13 DE FEBRERO

EVANGELIO
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. 

Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.» 

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. 

Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Marcos   7, 31-37
COMENTARIO


“Un sordo que además no podía hablar”. Me imagino que, con adecuadas medidas terapéuticas, ya no sea tan “así”, pero recuerdo cuando hace algún tiempo colaboraba con la asociación de sordos de Albacete cómo se empeñaban en eliminar de su vocabulario la palabra “sordomudo”. En la mayoría de los casos, en tiempos de Jesús, alguien era mudo, precisamente porque no oía. Esa dificultad para escuchar favorecía la atrofia de los órganos que nos permiten hablar.

El texto de hoy presenta un proceso de comunicación que bien podrá ser un  itinerario de evangelización. Jesús devuelve el oído a una persona, y ese acontecimiento facilita que quien había sido sordo posteriormente pidiera hablar. Todo un proceso de apertura a la vida y al entorno que es, al mismo tiempo, un motivo de alegría para la persona hasta el punto de no poder “callarlo”. Como casi siempre, Jesús realiza esta acción en territorio “hostil” no-judío.

Citando aquella frase memorable de San Pablo, “ay de mi si no evangelizara”, hoy se habla mucho de la necesidad del “anuncio”, y más aún, ahora está de modo en los mentideros eclesiales con pedigrí  eso del “primer anuncio” de la fe. Confieso, y no es la primera vez que lo digo, que esto de las estrategias de primer anuncio me parece que es una cuestión estrictamente “formal”. Me refiero a que es seguir haciendo lo mismo de siempre pero llamándolo “primer anuncio. Podría poner muchos ejemplos de este tema pero no es el caso.

Si refiero esta cuestión es, sobre todo, porque aún reconociendo el valor que tiene el “primer anuncio” y lo difícil que es hacerlo y el tiempo y el trabajo que muchos pone(mos) bien sea en las Iglesias,  bien sea en los altozanos o auditorios afines de pueblos y ciudades, quizás, previo al anuncio esté la necesidad de la “escucha”.

En la década de los ochenta y los noventa, cuando empezaba a educarme en esto de la fe y de la evangelización, se decía que la Iglesia “respondía a preguntas que nadie se hacía”. Yo eso últimamente no lo oigo en los “especialistas autorizados” de la religión de hoy. Las causas pueden ser dos: o bien ya no respondemos a lo que no se pregunta (cosa sensata, por otra parte), o bien respondemos lo de siempre pero nos da igual lo que la gente se pregunte. Siempre cabe pensar que hacemos las cosas bien y que estamos culturalmente situados, pero me da a mi que no. En cualquier caso: “Houston tenemos un problema”.

Como alguien  hace algún tiempo me criticó, y con razón, que yo “criticaba” mucho en estos comentarios pero no ofrecía soluciones –hoy me le levantado generoso- ¡voy a ofrecer una!.

¿Y si en vez de anunciar, escucháramos? ¿Y si, como Iglesia, en vez de adoptar el papel “sanador” de Jesús del evangelio de hoy, nos pusiéramos en el lugar del sordomudo? ¿Y si nuestra oración consistiera más que en pedirle al Padre la palabra adecuada sólo pidiéramos un oído atento, de momento? Y si consintiéramos hacer, ahora que empieza la cuaresma, unos ejercicios espirituales consistentes en primero oír , para luego, si acaso,  hablar?

El “ay de mi si no evangelizara” de San Pablo, no olvidemos que tiene un momento previo en el que dicen que se cayó de un caballo, dejo de ver, y necesitó de un proceso de escucha interesante. Lo de evangelizar vino después. Y el hombre lo hizo bien, supo prestar su oído a las demandas de las gentilidad y del paganismo. Y de esa manera dicen que empezó a cundir el evangelio.

Por eso más que un “primer anuncio” creo que necesitamos una “segunda escucha”. Esa es mi propuesta de hoy.


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