En el evangelio de
hoy hay un detalle de suma importancia para la vida de las primeras
comunidades, según nos indican los evangelios: La procedencia de los nombres de
Juan y Andrés, los dos primeros discípulos de Jesús. Juan es un nombre
típicamente hebreo; era hijo de un judío nacionalista llamado Zebedeo, pescador
del lago de Galilea y atento a las esperanzas mesiánicas de liberación étnica y
nacional. Andrés es oriundo de Betsaida, aldea costera del lago de Galilea,
aunque vivió en Cafarnaún. Pero su nombre (Andrés, que significa en griego «hombre»)
no es hebreo, sino que desde el principio aparece expresado en griego.
Jesús, desde el
principio convocó a personas de diversas procedencias culturales. La salvación
que trae Jesús es una salvación «católica», que significa: abierta a todos y
universal.
Dos discípulos de
Juan Bautista abandonan a su maestro para seguir a Jesús. Y entablan un diálogo
con Él. «¿Qué buscáis? Ellos contestaron: Rabí ("Maestro") ¿dónde
vives? Jesús dijo: Venid y lo veréis. Lo acompañaron, vieron dónde vivía y se
queda- ron aquel mismo día a vivir con él; era alrededor de la hora
décima" -las cuatro de la tarde-»
Al leer este
párrafo del Evangelio, uno se queda con la curiosidad de saber exacta- mente
"dónde vivía Jesús", en qué ambiente se desenvolvía su cotidiano
quehacer. Algo se puede saber si se espiga pacientemente las páginas del relato
evangélico.
Por supuesto que
Jesús no vivía -tampoco Juan Bautista- en un palacio. Esta no es morada de
profetas (Lc 7,24-26). Ni siquiera tenía casa en propiedad: "Las zorras
tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde
reclinar su cabeza (Lc 9,58). No habitaba el Maestro de Nazareth junto al
capital, pues no tenía dinero. En sus correrías apostóli- cas "lo
acompañaban los doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y
enfermedades... que le ayudaban con sus bienes" (Lc 8,2-3). Tampoco
toleraba que en la casa de su Padre -el templo- sonara el ruido de la
calderilla: en una ocasión "entró en el templo.. desparramó las monedas y
volcó las mesas de los cambistas (Jn 2,13). Mal parados quedaron aquellos
banqueros y sus oficinas de cambio.
No estuvo su vida
del lado de los poderosos del mundo político. Poco afecto mostraba hacia ellos:
"Id y decidle a esa zorra... (Lc 13,22)". Así trató a Herodes Antipas
que, según los fariseos, andaba buscándolo para matarlo. No tenía su casa entre
los fariseos, escribas o sumos sacerdotes (seglares piadosos, teólogos o juristas
y altas jerarquías). Para ellos tuvo palabras de las más duras y condenas de
las más crudas: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os
parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero
por dentro están llenos de huesos de muerto y de podredumbre" (Mt 24,27).
Jesús moraba con el
pueblo sencillo y llano, con una muchedumbre de enfermos, tullidos, endemoniados,
locos, pecadores, prostitutas, ladrones, descreídos, galileos... Ahí vivía
Jesús y con él decidieron quedarse a vivir los dos primeros discípulos y otros
que se sumaron después al grupo.
A todos ellos acogió en la sencilla casa de
Cafarnaún (seguramente la casa de la suegra de Pedro) donde parece ser que
estableció su centro de misión.
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