sábado, 17 de enero de 2015

"DÓNDE VIVES"...CÓMO VIVES


En el evangelio de hoy hay un detalle de suma importancia para la vida de las primeras comunidades, según nos indican los evangelios: La procedencia de los nombres de Juan y Andrés, los dos primeros discípulos de Jesús. Juan es un nombre típicamente hebreo; era hijo de un judío nacionalista llamado Zebedeo, pescador del lago de Galilea y atento a las esperanzas mesiánicas de liberación étnica y nacional. Andrés es oriundo de Betsaida, aldea costera del lago de Galilea, aunque vivió en Cafarnaún. Pero su nombre (Andrés, que significa en griego «hombre») no es hebreo, sino que desde el principio aparece expresado en griego.

Jesús, desde el principio convocó a personas de diversas procedencias culturales. La salvación que trae Jesús es una salvación «católica», que significa: abierta a todos y universal.

Dos discípulos de Juan Bautista abandonan a su maestro para seguir a Jesús. Y entablan un diálogo con Él. «¿Qué buscáis? Ellos contestaron: Rabí ("Maestro") ¿dónde vives? Jesús dijo: Venid y lo veréis. Lo acompañaron, vieron dónde vivía y se queda- ron aquel mismo día a vivir con él; era alrededor de la hora décima" -las cuatro de la tarde-»

Al leer este párrafo del Evangelio, uno se queda con la curiosidad de saber exacta- mente "dónde vivía Jesús", en qué ambiente se desenvolvía su cotidiano quehacer. Algo se puede saber si se espiga pacientemente las páginas del relato evangélico.

Por supuesto que Jesús no vivía -tampoco Juan Bautista- en un palacio. Esta no es morada de profetas (Lc 7,24-26). Ni siquiera tenía casa en propiedad: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza (Lc 9,58). No habitaba el Maestro de Nazareth junto al capital, pues no tenía dinero. En sus correrías apostóli- cas "lo acompañaban los doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades... que le ayudaban con sus bienes" (Lc 8,2-3). Tampoco toleraba que en la casa de su Padre -el templo- sonara el ruido de la calderilla: en una ocasión "entró en el templo.. desparramó las monedas y volcó las mesas de los cambistas (Jn 2,13). Mal parados quedaron aquellos banqueros y sus oficinas de cambio.

No estuvo su vida del lado de los poderosos del mundo político. Poco afecto mostraba hacia ellos: "Id y decidle a esa zorra... (Lc 13,22)". Así trató a Herodes Antipas que, según los fariseos, andaba buscándolo para matarlo. No tenía su casa entre los fariseos, escribas o sumos sacerdotes (seglares piadosos, teólogos o juristas y altas jerarquías). Para ellos tuvo palabras de las más duras y condenas de las más crudas: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muerto y de podredumbre" (Mt 24,27).

Jesús moraba con el pueblo sencillo y llano, con una muchedumbre de enfermos, tullidos, endemoniados, locos, pecadores, prostitutas, ladrones, descreídos, galileos... Ahí vivía Jesús y con él decidieron quedarse a vivir los dos primeros discípulos y otros que se sumaron después al grupo.

A todos ellos acogió en la sencilla casa de Cafarnaún (seguramente la casa de la suegra de Pedro) donde parece ser que estableció su centro de misión.

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