jueves, 30 de octubre de 2014

"ID A DECIRLE A ESE ZORRO"


Jesús va camino de Jerusalén. Seguramente que se trata de la peregrinación anual que los judíos de Palestina realizaban al Templo de la capital. Jesús sabe que su fama ha crecido y que comienza a hacerse insoportable la presión que ejercen sobre él los poderosos, entre ellos el rey Herodes Antipas..


Las intenciones de Herodes son claras, las de estos fariseos también: de una u otra manera, se lo quieren quitar de encima, porque les estorba. Los fariseos le proponen que desista de sus planes.

Pero Jesús no se deja intimidar por los poderosos. La respuesta de Jesús es contundente: «Id a decirle a ese "zorro": Seguiré expulsando demonios y curando...»

En el argot arameo, "zorro" tiene un doble sentido: el de animal astuto y el de insignificante, en oposición a "león". En el contexto de hoy parece ser que Jesús consideraba a Herodes como persona insignificante y bulliciosa que no merece respeto.

Herodes era un rey intrigante y chivato, supersticioso, vendido al emperador romano y asustadizo al mismo tiempo... se creía el amo del mundo. Jesús responde que para él es un hombre insignificante.

Jesús, en medio de las dificultades seguirá liberando a la gente de toda clase de ideologías contrarias al plan de Dios ("expulsando demonios") y de toda clase de taras morales y físicas que le impiden seguirlo con libertad y dignidad humana ("curando"), al tiempo que llevará a término su propósito ("habré acabado"). Jesús alcanza la perfección humana entregando su vida.

La función liberadora de Jesús no se deja intimidar por las presiones políticas ("Herodes") o religiosas ("fariseos") de los poderosos.

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