En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.»
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.»
Lucas 11, 37-41
COMENTARIO
Las personas funcionamos por
compensación… inevitablemente. Quien es frío de sentimientos alcanza su
notoriedad con su razón y viceversa; la persona tímida hacer saber su
genialidad en ámbitos notablemente significativos pero alejados de las “plazas
públicas de lucimiento”; quién no es hábil con la palabra, le basta una acción
contundente… y así podríamos seguir. Es curioso y en ocasiones divertido mirar
a los otros y mirar(nos) bajo ese “peso de la compensación” que todos, cada día
ponemos en práctica. No se quién ha dicho que allí donde estamos, dejamos patente nuestra “presencia” y nuestras
“ausencias”. Cuanto más “presencia” somos, “más ausencias” revelamos. Y para
descubrirlo sólo basta mirar … y escuchar.
Quizás por eso Jesús ante los fariseos
“se desataba”. El fariseo se caracteriza por no “controlar” su sistema
compensatorio. Y ahí radica el problema. Me explico. El fariseo va de “presencia
desbordante” y además intenta disimular
sus “ausencias” con esa estúpida manera de vivir que supone considerar al otro
tan ingenuo, como en el fondo lo es uno mismo. O al revés… no teniendo nada que
presentar, da la sensación de que lo que no aparentas lo tienes, como un
tesoro, muy dentro, obviando eso de que “por sus frutos los conoceréis”.
Por eso, Jesús, sin contemplaciones, le viene
a preguntar al fariseo protagonista del evangelio de hoy por los “sentimientos
que hay dentro de él”. ¿Hay algo en tu interior o estás vacío de todo?. Tu
soledad, ¿está habitada de presencias y de cansancios o es expresión de la
sequedad que te absorbe cada día?
Los clásicos de la espiritualidad han
hablado muchas veces veces del “canto silente” y de la “soledad sonora”, es
decir de una “interioridad fértil y habitada”. Cuando todo es exterioridad de
“pladur” o “fachada barroca” un flaco
servicio hacemos a la fe, porque nuestro cuerpo, cuál válvula que regula
nuestros adentros y nuestras afueras, se convierte en elegante escaparate de la
nada. “Da de lo de dentro” –si es que tienes algo- dice el maestro de Galilea.
Muy bueno
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