En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: -«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.» Jesús les contestó: -«¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán. » Y añadió esta parábola: -«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo."»
Lucas 5, 33-39
COMENTARIO
Cuando leía este texto recordaba a Don Tomás, característico profesor de griego en la facultad de Teología de Valencia que nos decía que a partir del momento de su jubilación viviría en una residencia sacerdotal, que definía como una "jaula de oro"; y con insistencia matizaba: "de oro"... pero "jaula".
No hay duda de que en el evangelio de hoy Jesús se muestra muy crítico con las "jaulas de oro" que la religión judía tenía -todo un entramado ritual de ayunos y penitencias que en el nombre de dios daban consistencia a su proyecto de vida-.
Yo os ofrezco algo mejor, más pleno, mi propia persona -diría Él-, el "no ayuno" de lo pleno. No hay color; entre una religión de ayunos y renuncias continuas (el fariseismo judío) y una religión de boda y banquete permanente, la elección está clara. Quizás por eso mismo a Jesús se le calificara como seductor.
La pregunta es evidente, ¿por que la religión farisea no se dejó seducir por la novedad de Jesús?. La respuesta es clara, de hecho la dio el mismo Jesús: es muy difícil no valorar el vino añejo, tiene un dulce encanto de esclavitud que nos atrae; es viejo... pero es encantador. He ahí la paradoja. Y esto, querámoslo o no está inscrito en la condición humana y en las guías de gourmets.
En nuestra Iglesia conviven lo añejo de lo rancio (dulce encanto de la esclavitud) y la novedad de la frescura. Y lo que hoy resulta sorprendente es que como nos pongamos a "pesar" y a "medir" incluso pesa más lo rancio que lo fresco. Poner ejemplos sería muy comprometedor y no lo voy hacer; basta con mirar a muchas de nuestras parroquias para verlo.
Bueno sí, voy a poner un ejemplo.... a las alturas que estamos de la historia del pensamiento y del desarrollo científico, el otro día en Murcia me encontré en una Iglesia una oración, patrocinada por el Obispado, cuyo objetivo era "pedir la lluvia" a Dios Padre, en este tiempo de continuada sequía. Podéis leer la oración aquí. ¿Todavia no hemos aprendido que el "vino nuevo" revienta los "odres viejos"?.Me hago esta pregunta hoy después de que ayer tarde, alguien que estuvo por San Roque me comentara como los "apaños" que hacemos en ocasiones entre lo viejo y lo nuevo, aún puede resultar incluso más ridículo.
Este es el dulce y "cómodo" encanto de la esclavitud porque, en el fondo, es más fácil creer que rezando lloverá, que sentarte , pensar, discutir y tomar decisiones eficaces que transformen las consecuencias del calentamiento global del planeta.
Hoy es un buen día para hacer una lista de nuestras dulces y encantadoras esclavitudes eclesiales, personales ..., y una lista de nuestras "jaulas de oro", ...como decía Don Tomás... "de oro"... pero "jaulas".
No hay duda de que en el evangelio de hoy Jesús se muestra muy crítico con las "jaulas de oro" que la religión judía tenía -todo un entramado ritual de ayunos y penitencias que en el nombre de dios daban consistencia a su proyecto de vida-.
Yo os ofrezco algo mejor, más pleno, mi propia persona -diría Él-, el "no ayuno" de lo pleno. No hay color; entre una religión de ayunos y renuncias continuas (el fariseismo judío) y una religión de boda y banquete permanente, la elección está clara. Quizás por eso mismo a Jesús se le calificara como seductor.
La pregunta es evidente, ¿por que la religión farisea no se dejó seducir por la novedad de Jesús?. La respuesta es clara, de hecho la dio el mismo Jesús: es muy difícil no valorar el vino añejo, tiene un dulce encanto de esclavitud que nos atrae; es viejo... pero es encantador. He ahí la paradoja. Y esto, querámoslo o no está inscrito en la condición humana y en las guías de gourmets.
En nuestra Iglesia conviven lo añejo de lo rancio (dulce encanto de la esclavitud) y la novedad de la frescura. Y lo que hoy resulta sorprendente es que como nos pongamos a "pesar" y a "medir" incluso pesa más lo rancio que lo fresco. Poner ejemplos sería muy comprometedor y no lo voy hacer; basta con mirar a muchas de nuestras parroquias para verlo.
Bueno sí, voy a poner un ejemplo.... a las alturas que estamos de la historia del pensamiento y del desarrollo científico, el otro día en Murcia me encontré en una Iglesia una oración, patrocinada por el Obispado, cuyo objetivo era "pedir la lluvia" a Dios Padre, en este tiempo de continuada sequía. Podéis leer la oración aquí. ¿Todavia no hemos aprendido que el "vino nuevo" revienta los "odres viejos"?.Me hago esta pregunta hoy después de que ayer tarde, alguien que estuvo por San Roque me comentara como los "apaños" que hacemos en ocasiones entre lo viejo y lo nuevo, aún puede resultar incluso más ridículo.
Este es el dulce y "cómodo" encanto de la esclavitud porque, en el fondo, es más fácil creer que rezando lloverá, que sentarte , pensar, discutir y tomar decisiones eficaces que transformen las consecuencias del calentamiento global del planeta.
Hoy es un buen día para hacer una lista de nuestras dulces y encantadoras esclavitudes eclesiales, personales ..., y una lista de nuestras "jaulas de oro", ...como decía Don Tomás... "de oro"... pero "jaulas".
PD: Un comentario sobre el banquete, el novio y el vino en el contexto cultural judío podéis encontrarlo aquí.
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