sábado, 19 de julio de 2014

EL EVANGELIO DE HOY, 20 DE JULIO

SÁBADO-DOMINGO DE LA SEMANA XVI

EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
- «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo:
"Un enemigo lo ha hecho."
Los criados le preguntaron:
¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
Pero él les respondió:
"No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero. »
Mateo 13, 24-30
COMENTARIO

El evangelio del domingo pasado (la parábola del sembrador) intentaba contestar a una pregunta que probablemente se hiciera la primitiva comunidad cristiana: ¿por qué la acogida del mensaje de Jesús es tan dispar? Esta semana la pregunta es otra, aunque de parecido sentido: ¿qué actitud tomar con quienes no viven el mensaje de Jesús? Vemos cómo han pasado dos mil años, pero, en relación con la fe, nuestras zozobras siguen siendo las mismas.

Para responder a esta segunda pregunta, Jesús nos propone la parábola del "trigo y de la cizaña". Más allá de la honda repercusión que debió suponer esta manera de ser en el entorno judío del momento, supone una clara apuesta por un valor común hoy en retirada: la serenidad y la paciencia.

Efectivamente, vivimos tiempos de histeria social. No nos da tiempo a recuperarnos de un fenómeno cuando ya estamos siendo invadidos por las noticias de otro. Nuestro sentimientos se convulsionan a ritmo de whatsapp, y tenemos cada día la imperiosa necesidad de descartar aspectos de la vida, y en ocasiones personas, porque no podemos abarcar a tanto; en el fondo, por mucho que queramos no dejamos de ser humanos, es decir, finitos; no somos dioses. Vivimos haciendo continuos juicios sobre la realidad exigiendo en breves instantes lo que merece la pena y lo que no; y generalmente nos merece la pena lo que tiene utilidad para nosotros.

Pero da la sensación de que el maestro galileo, Jesús, detiene el tiempo: para él es imposible discernir a tan alta velocidad. Siendo irremediable la existencia de cizaña, porque somos humanos, su presencia se vuelve imprescindible a no ser que queramos arrancar el trigo. No es posible arrancarla. No será útil en el futuro, pero resultaría inútil arrancarla si queremos sacar provecho al futuro.

En nuestra cultura hay gente que nos vende que podemos diseñar y formatear todo, incluso la fe. Y no..., eso no puede ser, los ritmos vitales no pueden codificarse ni en un laboratorio ni en software de pago. Las vidas de las personas pasan por su libertad y por sus sentimientos, por la cabeza y por "eso" que llamamos corazón. Y el "corazón" entiende mucho de cizañas que un día lo fueron pero luego se perdonaron. Por eso, mientras exista "corazón" habrá vida real. 

El fin del mundo llegará, el apocalipsis despuntará y la historia se  interrumpirá, cuando los seres humanos perdamos esa dulce capacidad de convivir con las contradicciones, de encajar las crisis y de acallar nuestros deseos destructivos. Por eso es importante que las personas nos regalemos tiempo, "como el trigo se lo regala a la cizaña". Esa será la garantía de su cosecha. Como dijo aquel: la paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte.