sábado, 15 de marzo de 2014

EL EVANGELIO DE HOY, 2º DOMINGO DE CUARESMA







EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumarse en Jerusalén.
Pedro y sus acompañantes se caían de sueño, y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle. Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Lucas 9, 28b-36

COMENTARIO
Los tres evangelios sinópticos (Lucas, Marcos y Mateo) se hacen eco de este relato de difícil datación geográfica y temporal. Los tres evangelistas muestran un cierto interés en aportar datos concretos acerca de una montaña y el tiempo en el que ocurre este extraño evento...

Tanto el lugar (una montaña) como el color de los vestidos (blanco intenso) como la nube, la voz, y los personajes (Elías y Moisés)... indican que nos hallamos ante un estilo literario propio de la Biblia que recibe el nombre de «teofanía». Es decir, una manifestación de Dios.

La Transfiguración no fue necesariamente un hecho histórico en el sentido estricto de la palabra. Teológicamente hay que fijarse en la relación entre los tres personajes que aparecen: Moisés, Elías y Jesús. El relato les pone juntos. Jesús es equiparado a los grandes personajes del Antiguo Testamento. Sin embargo se subraya la sustancial diferencia existente entre ellos. Tanto Elías como Moisés quedan en un segundo plano ante la afirmación de que es Jesús «el hijo de Dios», que traducido a nuestro lenguaje se podría expresar: Todo el amor de Dios se ha hecho presente en la sencilla persona de Jesús de Nazareth.

La interpretación simbólica de este relato no ha impedido a muchos cristianos identificar esta montaña con el monte Tabor (558 mts), desde el que se domina una magnífica vista a la llanura de Yizreel. Sobre su cima se construyeron diversas ermitas y basílicas a lo largo de la historia.

Los evangelistas quieren aportar un mensaje a las primeras comunidades cristianas: Así como el Dios eterno se ha hecho presente en la sencillez de Jesús de Nazareth, la vida y situaciones ordinarias pueden estar cargadas de una gran profundidad. El creyente es una persona que profundiza la reali- dad ordinaria y le da un sentido nuevo.

Es necesario que como cristianos trascendamos la superficie de las cosas y captemos su sentido profundo. La fe es la que opera esa “transfiguración”. La vida cotidiana, tantas veces roma y sin relieve, rutinaria o hasta decepcionante, se “transfigura” por la fe, mostrándonos sus riquezas de sentido, su trasfondo de dimensiones divinas...