ALEJANDRO
En la primavera del 323 antes de Cristo, Alejandro Magno
gobernaba un imperio que se extendía desde el Danubio en Europa hasta los picos
nevados del Himalaya en el norte de la India.
Pero la historia de grandes éxitos terminó de repente
para Alejandro Magno, cuando a punto de cumplir los 33 años, la fiebre le
debilito. Alejandro presintió que su final estaba cerca y convocó a sus
generales y les comunicó sus tres últimos deseos:
- Que su ataúd fuese llevado en hombros por los mejores médicos
de la época.
- Que los tesoros que había conquistado, fueran
esparcidos por el camino hasta su tumba.
- Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera
del ataúd, y a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos,
le preguntó a Alejandro Magno cuales eran sus razones.
Alejandro le explicó:
- Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así
mostrar que ellos, ante la muerte, ya no tienen el poder de curar.
- Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que
todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.
- Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las
personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías
partimos cuando se nos termina el más valioso tesoro que es el tiempo.