EVANGELIO
Lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: “Te doy
gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y
nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar”. Y volviéndose a sus discípulos,
les dijo aparte: “¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os
digo que muchos profe- tas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo
vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”.
Lucas 10, 21-24
COMENTARIO
El evangelio de hoy presenta a un Jesús entusiasmado, contento y
agradecido a Dios Padre... Algunos autores denominan a este texto: el “Magníficat
de Jesús”. ¿Por qué está Jesús contento y lleno de alegría?
Jesús ha enviado a setenta y dos discípulos a anunciar el Reino
de Dios, a curar a los enfermos, a devolver la alegría a los tristes, a llenar
a los pobres de esperanza... Los setenta y dos discípulos, que en su mayoría
son sencillos pescadores del Mar de Galilea, regresan contentos y entusiasmados
de lo bien que les ha ido... Es entonces cuando Jesús se anima al ver que sus
discípulos son capaces de anunciar el Reino a la gente pobre y sencilla. Esta
gente sencilla llevaba una vida de sufrimientos económicos y morales. Por eso
anhelaban la llegada de un Mesías que les ofreciera un nuevo estilo de vida.
La sociedad judía, -dominada por la clase sacerdotal y por los
fariseos-, quitaba todo protagonismo a los pobres (gente humilde del campo que
desconocía la ley de Dios), los anulaba para convertirlos en vasallos pasivos.
La opresión que causaban los impuestos romanos sobre el pueblo campesino, (cobrados
por una legión de recaudadores al servicio del Sumo Sacerdote de Jerusalén o al
servicio del reyezuelo Herodes Antipas en la región de Galilea), se veía agravada
por la opresión moral que generaban los fariseos y escribas sobre la conciencia
de estos pobres.
La vida de los humildes campesinos tropezaba con la opresión
económica (tributaban más del 60% de sus cosechas a los romanos) y con el
cumplimiento de los más de 600 mandamientos religiosos que habían establecido
los fariseos. Jesús constata que su mensaje genera entusiasmo en los pobres, y
que es una liberación para ellos.
A medida transcurren los años de nuestra vida, solemos tener un
déficit de alegría y optimismo. Para muchas personas, alcanzar la edad adulta
supone perder las expectativas positivas y sumergirse en un desánimo constante
y continuado. Hay quienes intentan justificar su amargura personal queriendo
ver maldad, intereses creados, hipocresía y apatía... a su alrededor. Para
ellos y ellas no hay posibilidad de cambio ni de mejora. Y cuando atisban que
algo puede cambiar a mejor, centran todo su interés en cercenar las
expectativas positivas que comienzan a crecer.
Desánimo o frustración no son actitudes cristianas. Es necesario
que tengamos la mirada profunda de Jesús para descubrir cómo el Reino de Dios
se abre paso. El Adviento es tiempo para alimentar nuestra esperanza, alegría y
deseo de seguir comprometidos con la causa de Jesús.
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