Algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la
piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en
que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está
para suceder?»
Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos
vendrán usurpando mi nombre, diciendo: «Yo soy», o bien «El momento está cerca»;
no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no
tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá
en seguida». Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra
reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá
también espantos y grandes signos en el cielo».
Lucas 21, 5-11
COMENTARIO
Las palabras que Jesús pronuncia en el evangelio de hoy aluden a
la destrucción del Templo.
En la tradición profética, la destrucción del Templo, es siempre
consecuencia de la ruptura de la alianza por parte del pueblo. (El Templo fue
arrasado por los romanos en el año 70, cuarenta años después de la muerte de
Jesús). Viene luego un mensaje de alerta sobre los signos que acompañarán el
final. Hay algunos signos claramente engañosos: la aparición de falsos mesías,
la indicación precisa del tiempo. Frente a estos signos, el mensaje de Lucas es
claro: el fin no vendrá inmediatamente. De esta forma el evangelista pretendía
corregir la fiebre mesiánica que dominaba en algunos sectores de las iglesias
de su tiempo.
El texto que leemos está escrito desde las experiencias que
viven las primeras comunidades cristianas: Han comenzado las persecuciones. Los
primeros discípulos han huido aterrorizados de Jerusalén. Muchos de ellos se
han refugiado en la zona norte de Galilea, en la aldea de Nazareth...
Luego verán a las legiones romanas destruir el Templo de
Jerusalén. Este acontecimiento debió suponer un duro golpe para aquellos
primeros cristianos que mayoritariamente eran de cultura judía. Era el fin de
su historia como pueblo... Era la desaparición del lugar donde Dios se hacía
presente.
Y lo que es más grave, dentro de las comunidades cristianas hay
una sensación de crisis y división... Han aparecido algunos que, utilizando el
nombre de apóstoles, enseñan doctrinas ocultas que nada tienen que ver con los
mensajes de Jesús. Incluso ha aparecido magos y curanderos que buscan tan sólo
producir efectos espectaculares...
Actualmente también existen cristianos inmersos en una
mentalidad «apocalíptica». Personas que han perdido el propio horizonte
personal y que no saben situarse ante los nuevos problemas y situaciones que
afectan a la humanidad... Hay algunos que incluso interpretan los
acontecimientos actua- les como signos de la cólera divina y anticipo del final
del mundo. Por ejemplo, el Sida como castigo de Dios... Las guerras, como
amenazas para que cese una sociedad excesivamente liberal en sus costumbres
sexuales...
También hay personas que tan sólo tienen ojos para ver el lado
negativo de las situaciones y las personas. Para ellos y ellas el mundo es un
lugar de maldad. Olvidan ver las semillas de bien y bondad que hay en tantos y
tantos corazones buenos que hacen el bien calladamente.
El cristiano cree que Jesús ha resucitado y vive
positivamente la existencia. Reflexiona y estudia para entender los cambios
culturales y la situación del momento presente, pero confiando siempre que
Jesús da un sentido a la historia. El cristiano pone una mirada
positiva en un futuro construido con el esfuerzo de todos, y así lo transmite.
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