jueves, 28 de noviembre de 2013

JUEVES DE LA 34 SEMANA, 28 DE NOVIEMBRE



EVANGELIO

Dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra libe- ración».
Lucas 21, 20-28

COMENTARIO

Seguimos con el lenguaje apocalíptico de días anteriores. En las palabras del texto de hoy resuenan expresiones tomadas del Libro de Daniel, un profeta que expresó su mensaje con lenguaje apocalíptico.

El libro del profeta Daniel, en su capítulo noveno, hablaba del juicio de Dios del final de los tiempos. Este juicio vendría precedido de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y del Templo. El escritor del Evangelio une las palabras apocalípticas del profeta Daniel con la experiencia histórica de la destrucción de Jerusalén.

El texto que leemos tiene dos partes diferenciadas: La primera parte habla de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y su Templo. La destrucción del Templo de Jerusalén supuso un fuerte golpe psicológico para los primeros cristianos, todavía con hondas raíces judías en sus mentes. Ese acontecimiento marca el final de la historia del pueblo de la antigua Alianza. De ahora en adelante ya no tiene sentido aquella distinción que hacían los israelitas entre los judíos y los paganos. En adelante sólo existe el nuevo pueblo de Dios, que estará formado por personas venidas de todos los lugares de la tierra. La iglesia comienza a tomar conciencia de ser «católica» (palabra griega que significa: universal)

En la segunda, y con un lenguaje tomado del libro de Daniel (lenguaje apocalíptico), se nos habla de ese personaje misterioso para hacer todo nuevo: el «Hijo del Hombre». Esta expresión se refiere al Mesías y subraya su humildad, humanidad y capacidad para ser solidario con las personas.

El final del texto es una invitación para aquellos primeros cristianos y para nosotros: «Levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación» Se nos invita a ser creyentes de forma activa, esforzándonos por transformar el pequeño trozo de historia en el que nos ha tocado vivir; confiando en que Jesús ha inaugurado un tiempo nuevo en el que puede ser vencido el dolor y la muerte.

Como cristianos debemos transmitir esta confianza en el bien, más allá de las dificultades. Con el aliento evangélico como referemcia podemos construir una historia más digna y humana.

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