martes, 21 de mayo de 2013

MARTES DE LA 7ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO




Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo pre- guntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Marcos 9, 30-37
COMENTARIO

Seguramente nos hallamos ante un texto escrito y elaborado por los primeros cristia- nos: Jesús debió intuir en repetidas ocasiones que los fariseos y escribas buscaban su muerte. Pero difícilmente debió aludir de forma tan clara y concisa al tipo de muerte del que iba a morir.
Alguna de estas preocupaciones que Jesús tenía acerca de su futuro, sirven al evange- lista para ofrecer una enseñanza sobre el poder, tanto en la historia de la humanidad como en el ámbito de los primeros cristianos. El grupo de seguidores de Jesús se le hacía difícil comprender el mensaje que Jesús venía proclamando desde el inicio de su ministerio público. A ellos, que eran produc- to de una sociedad vertical, les resultaba imposible asumir que el Hijo de Dios iba a padecer en manos de las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén. No compren- dían que iba a ser crucificado, como eran crucificados por el poder romano los guerri- lleros judíos.
Los discípulos eran hijos de una sociedad que siempre presentó el poder como el valor supremo. Esa fue la gran dificultad que Jesús tuvo con el grupo de sus discípu- los. Toda la vida ministerial de Jesús, la pasó erradicando de los suyos la idea de que el poder y el dominio destruía el plan de amor y fraternidad trazado por Dios.
Los discípulos siempre estuvieron esperanzados en que su Maestro arrebataría a los romanos y fariseos el poder en algún momento. Mantenían la esperanza de que ellos ocuparían los cargos de más alta importancia en el gobierno de la nueva nación instaurada por Jesús.
Jesús aprovecha la confusión de sus discípulos para subrayar una de las principales características de la comunidad cristiana: Tendrá una organización, incluso una autoridad... pero cambiando de raíz las normas que rigen a los grupos sociales y religiosos. El Nuevo Pueblo de Dios, la comunidad cristiana, se caracterizará por la humildad y el servicio.
Los cristianos también debemos asumir con radicalidad la propuesta de no poder que Jesús asumió. Vivir dicha propuesta con todas las consecuencias. Vivir en pobreza y al servicio de los más necesita- dos, de los más excluidos. Esta actitud es necesaria para extirpar de nosotros el poder de dominio que tanto daño hace en nuestra historia.


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