SÓLO 1 SEGUNDO
"Y he de afirmar que nunca, nunca, vi un comportamiento que pudiera tachar de insignificante o banal. A Carola Hackert, por ejemplo, una de las recepcionistas, la descubrí besándose con gran ardor con un muchacho visiblemente más joven que ella. Al señor Rosegger, el bibliotecario, siempre tan educado y silencioso, lo vi entrar en un local de dudosa reputación, cosa que jamás habría adivinado en un caballero de maneras tan exquisitas y anticuadas como él. El guía Kranz, por el contrario, acudía cada tarde a un culto religioso en una vieja parroquia de barrio, costumbre que tampoco habría podido presuponer en quien solía mostrarse tan frívolo y mundano. Käte Olbracht, por su lado, pasaba horas sentada en el banco de un parque, sin hacer nada en absoluto, al menos a primera vista: ni leer, ni rellenar crucigramas, o dar pan a los pájaros. Tardé mucho en comprender que nadie hacía lo que yo habría esperado. Y hasta mi propio comportamiento, visto de lejos por un hipotético espía, tendría que haber resultado igualmente extraño."
(P. D'Ors, El estupor y la maravilla, Valencia, 2007, p.107)
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