LUNES
Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus
discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día
siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con
sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca
del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor
pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a
Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le
preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” Jesús les contestó: «Os lo
aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la
vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre,
Dios». Ellos
le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado».
Juan 6,1-15
COMENTARIO
El episodio de «La multiplicación de los panes», y sus
consecuencias, es uno de los pocos que aparecen
simultáneamente en los cuatro Evangelios. Ello manifiesta la gran importancia que tuvo la multiplicación de los panes para la
teología del Nuevo Testamento.
La gente se pone a buscar a Jesús. Y Jesús, con plena
lucidez, analiza las razones y los
motivos de esta búsqueda. Y les dice una frase muy
interesante: «Me buscáis no porque visteis signos, sino
porque habéis comido pan hasta saciaros»
La esencia de un milagro está en el contenido liberador
que provoca. No es lo exterior lo que define al milagro
bíblico. Es posible que el acontecimiento externo nos admire y nos fascine, pero un hecho sobrenatural no es de por sí un milagro
en el evangelio. El milagro del evangelio une
siempre al acontecimiento externo, un significado profundo que ayuda a liberar
el interior de la persona.
En la «multiplicación de los panes» el contenido
interior del milagro no había sido el
que la gente se
saciara de pan y peces, sino este otro: Que el pueblo y sus discípulos entendieran que el dinero no es la única vía para resolver los
problemas... que las dificultades hay que
enfrentarlas comunitariamente y no sacudírselas de encima... y, sobre todo, que la solidaridad es la fuerza que una comunidad tiene
para salir adelante, frente a todos los imposibles: hambre, enfermedad, paro y
trabajo precario, injusticias, etc.
A Jesús le duele que lo busquen por lo externo del milagro.
Creer en Dios Padre y su enviado significaba no
esperarlo todo de él en forma pasiva, sino comprometerse en unión con otros a
cambiar la propia situación haciendo experiencias de fraternidad. El signo de la multiplicación de los panes no se hizo para encerrar
al grupo de creyentes en la comodidad de tener quien lo alimentara, sino para
abrirlo a la solidaridad. Compartir lo que se tiene es lo que transforma la realidad desde el interior.
El educador cristiano no está llamado a hacer milagros
en su aula o grupo. Toda su persona debe
convertirse en
«milagro» para los chicos y chicas. Es decir, está llamado a ser un signo
positivo que oriente la vida de los jóvenes,
les dé profundidad y les encamine hacia la libertad que Cristo inauguró con su muerte y resurrección
Pienso que Dios está continuamente enviándonos signos y tenemos que meditarlos, analizarlos, estar atentos en todo momento, no quedarnos en el significante, buscar el significado y palpar esa realidad.
ResponderEliminarCompartir nuestra imaginación,unas veces conflictiva otras contradictoria,a veces apasionada, pero que no sea nunca, nunca indiferente.
Que el terreno común de nuestros encuentros este activo, vivo.Que nuestra lucha y energía la multipliquemos siempre para el progreso y bienestar de nuestro mundo.