EVANGELIO
Mientras
iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el
camino: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y
lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo
crucifiquen; y al tercer día resucitará”. Entonces se le acercó la madre de los
Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué
deseas?» Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu
reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis
lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?» Contestaron:
«Lo somos». Él les dijo: “Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a
mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene
reservado mi Padre” Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra
los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de
los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre
vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y
el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el
Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida
en rescate por muchos».
Mateo 20, 17-28
COMENTARIO
En
el relato que leemos hoy aparece la madre de Juan y de Santiago, dos apóstoles
de Jesús. En otros evangelios se cita a esta mujer como discípula de Jesús y es
conocida como
Salomé. El padre de ambos apóstoles se llamaba Zebedeo. Debía tener varios trabajadores
en su empresa pesquera, que era una especie de factoría para salar y ahumar el
pescado. Esta era la forma de comercializarlo en aquella época en la que no existía
la conservación con hielo.
En
tiempos de los Cruzados (alrededor del año 1000 d.C. ) existía una tienda en la
ciudad de Jerusalén en la que se vendía pescado. Dicha tienda recibía el nombre
de «Tienda de Zebedeo», según atestiguan documentos de la época. Los Cruzados
construyeron una iglesia sobre los cimientos de esta tienda de pescado.
Santiago
y Juan recibieron del Maestro el sobrenombre de «Boanerges» (bne hargen= hijos
del trueno). Seguramente se debió a su carácter vivo y ardoroso. Ambos, a juzgar
por sus nombres y lugar de origen, debían pertenecer a los círculos nacionalistas
más enconados contra la dominación romana. La tradición de su familia así lo atestigua.
Siguen
a Jesús porque esperan que se alce en armas y se convierta en un Mesías Nacionalista.
Ambos esperan ocupar cargos políticos importantes cuando Jesús venza por las
armas la opresión romana y se convierta en el nuevo Mesías de Israel.
Este
es el trasfondo histórico del texto que nos ocupa. Sin embargo el texto evangélico
no está dirigido a estos dos apóstoles, sino a las primeras comunidades cristianas.
En ellas ya existía una cierta organización cuando se ponen por escrito los
evangelios. Las comunidades cristianas primitivas tenían guías y jefes
espirituales.
El
evangelio dice a estos jefes cristianos que no es posible construir «el
nuevo pueblo de Dios» sin un cambio
de actitud. En el nuevo pueblo de Dios la autoridad consistirá en servicio y
entrega. El Reino de Dios es contrario a todas las estructuras de poder y de
muerte que existían en la Palestina del tiempo de Jesús. Jesús enseña a sus
discípulos que es necesario cambiar los esquemas mentales para abrir paso al
Espíritu de Dios.
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